Jesús Sánchez Palomo (Talavera de la Reina, Toledo)
@jeesusanchez_
La Cuaresma es un tiempo de reflexión individual en el que nos preparamos para llegar purificados al Domingo de Resurrección, día en el que la vida vence en todos los sentidos.
Durante estos cuarenta días los cristianos tenemos que reciclar nuestro corazón hablando de manera cotidiana. Tenemos que restaurar y limpiar nuestro corazón y nuestra alma para contemplar la muerte de Cristo cara a cara, pero sabiendo que viene a salvarnos y resucitará.
La mejor manera para preparar nuestro corazón y recibir a Jesús resucitado es la confesión, un sacramento que siempre está disponible a nuestra espera pero que solo nosotros podemos decidir nosotros mismos si recibirlo o no. Jesús siempre nos estará esperando para perdonarnos, para darnos un abrazo que nos acoja al habernos arrepentido de nuestros pecados.
En Cuaresma siempre nos apoyamos en tres pilares: el ayuno, la limosna y la oración.
El ayuno, no solo de alimento sino ayuno espiritual, es decir, alejarnos de todo aquello que nos separa de Jesús, eso que nos intenta amarrar para alejarnos de él y sobre todo las tentaciones.
La limosna, ayudar al prójimo, además de los más necesitados, las personas que más queremos cuidar de ellas y siempre estar ahí para ayudarles incluso cuando no lo necesiten.
Y por último, la oración, para mí el pilar más importante porque siempre es la mejor carretera para llegar a Cristo en cualquier momento y en cualquier lugar. Y no solo rezando o poniéndonos ante él en el sagrario, sino también leyendo día a día su palabra y reflexionando sobre lo que nos quiere decir en cada momento de nuestra vida.