Por Cris Cervilla Echavarri
Desde que era pequeña he vivido la Cuaresma de una forma especial. Pero no ha sido hasta este año cuando he decidido hacer de este tiempo, un tiempo de conversión. Siempre he pensado que los cristianos debemos tener pequeñas o grandes conversiones en nuestro camino. Un momento para renovar la fe, la esperanza y la caridad, como dijo un gran santo en una de sus homilías precisamente sobre la Cuaresma. Una ocasión de ayuno, un ayuno en mayúsculas y generoso; no solo de lo material sino también de aquello de lo que me cuesta tanto prescindir y que a la vez me aleja de acompañar al Señor en esos 40 días en el desierto…
Hay una canción que me encanta y que a la vez me está ayudando mucho a vivir este tiempo de una forma muy especial y dice así:
“Ahí estás Tú, esperando la sentencia en silencio.
Se alza un grito entre la gente,
que prefiere a un criminal antes que a Ti.
Y allí estás Tú, tan llagado que cuesta reconocerte,
entre burlas e insultos, sin amor sin amigos,
hemos huido todos de la cruz.
Pues yo también he sido uno de ellos,
he preferido cualquier cosa antes que a Ti,
te he dado la espalda un sinfín de veces,
no he dejado que te muevas en mí,
y aun así dices que me amas, no sé qué viste en mí”.
Cada vez que la oigo le repito lo mismo al “Jefe”; que yo no te dé la espalda nunca más, que yo me prepare Contigo para ser capaz de coger tu cruz, que sepa acompañarte y ayudarte a levantarte en tus tres caídas, que sepa limpiar tus llagas y por supuesto que sea muy consciente de tu Resurrección.
Es por ello que le pido cada día como el ciego Bartimeo: “Que yo vea” que yo sea capaz de ver que es lo que quieres que te entregue en estos días, lo que más me cueste, para poder tenerte presente en todo pensamiento palabra y obra y no quedarme así en lo que te doy si no en lo que Tú me das.
Acudir cada día a la renovación de su sacrificio en la cruz y ser consciente de que todo lo hizo por amor a mí y por supuesto a ti me hace darme cuenta de su amor abnegado y de que literalmente no hay lugar más alto que estar a sus pies en la cruz.
Quiero aprender en estos 40 días a retirarme, a rezar, a sacrificarme para que mi corazón se haga cada vez más y más grande y se parezca al menos un poco al Suyo. Para que así haya cada vez más de Él y menos de mí.
¿Te animas a hacer este tiempo tuyo?