Por Javier Martínez Velasco
Señor, hoy nos lo dices claramente en el Evangelio: “Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.”
Hoy no te andas con rodeos, seguirte a Ti, es complicarse la vida, pero ¡bendita complicación!
Seguirte a ti implica compromiso, implica sacrificio, pero ¡qué gustoso resulta el sacrificio —«gaudium cum pace», alegría y paz—, si la renuncia es completa! (Surco, 8). Saber que Tú, que diste la vida por nosotros, nos invitas a perder la nuestra según el modo de vivir del mundo.
Nosotros, estamos llamados a ser ciudadanos del cielo, y por ello, nos exiges que nos comportemos como tales. Hoy lo dices claramente, hoy nos pides que te sigamos, que perder nuestra vida por seguirte a ti, es ganarla.
No podemos ser cristianos de medias tintas, tibios, que hacen pequeñas renuncias como 45 minutos el domingo por ir a Misa, un par de minutos por la mañana para ofrecerte el día y otro par a la noche para dormir bien.
Tú nos pides algo más, nos pides que nos neguemos, nos pides que nuestra vida sea la tuya y, menuda tranquilidad, porque como mi vida dependiese de mis fuerzas de hombre débil estaría perdido.
Que atender tu llamada y seguirte requiere sacrificio, no lo voy a negar, pero también nos dices: “Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy paciente y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana»”. (Mateo 11, 28-30).
Tú no nos abandonas, no nos mandas coger la cruz de cada día e ir solos por el camino, que no somos la religión de la cruz a cuestas, no nos mandas una cruz más grande que nuestras espaldas, sino que nos sigues día a día.
Tu Providencia nos acompaña en todo momento, y si te sabemos escuchar, porque este mundo está lleno de ruidos, nunca estaremos solos.
Hoy es un gran día para dar el paso, para recordar que aquí estás Tú con nosotros, que nos pides una respuesta firme a tu llamada, que nos pides que seamos contundentes, que nos neguemos, pero bendita invitación a confiar en quien lo ha dado todo por nosotros, porque entonces la vida cobra sentido, ahora no somos nosotros los que hacemos, sino que nos dejamos hacer, teniendo como GPS a quien conoce todos los caminos.