Querido Xavi:
Han pasado 6 días desde el 15 de mayo. No sé cómo afrontar todos los pensamientos y emociones que me asaltan desde entonces. Tú eres periodista, de letras, yo ingeniero, de números. Ayúdame, por favor, a dar forma a todo lo que bulle en mi interior.
Hace días que quiero escribirte. He pensado en varios títulos para esta carta: “Prados y Valles en el Paraíso”, “SO-20”, “Windows XP”… Me he decidido por el que la encabeza, más allá del Sistema Operativo de Microsoft.
Déjame que rebobine… Perdón, perdón, déjame que retroceda (ya salió el Profesor Xavi de Comunicación Digital). Ciertamente, lo de rebobinar es para cintas, no para formatos digitales:
Lunes 14 de mayo: Acto de graduación de los alumnos de 2º Bachillerato del colegio El Prado. Javier se dirige a sus compañeros, familias y profesores. Tiene buena oratoria, es hijo de su padre. Jero, ‘master of ceremonies’, va anunciando los nombres de los profesores tutores y de los alumnos a los que impondrán la beca. “Se abre un balcón en el Cielo”, proclama Jero, cuando Álvaro Prado se dispone a recibir su banda con el escudo del colegio. El Sr. Prado debe sentirse orgulloso de su hijo, viéndolo desde ese mirador eterno.
Martes 15 de mayo: Después de asistir a Misa en el colegio El Prado, muchas familias vamos en autocares y coches a la ermita de la Virgen de los Prados, en el Valle del Lozoya, a unos 80 Km de Madrid. Después de la romería, nos llega la terrible noticia. Primeras lágrimas. Ofrecemos por vosotros y por vuestros hijos la parte del rosario que nos falta, de vuelta a Madrid. A las 19:30, riadas de familias nos dirigimos a rezar al oratorio del colegio. El sacerdote nos quiere animar: “No nos tenemos que preguntar por qué pasan estas cosas ni preocuparnos por entender el porqué. No lo entenderemos. Basta confiar en Dios, estar tranquilos y rezar por todos ellos”.
Carmina, buena amiga y madre de Maki, me dijo una vez: “A Dios no hay que entenderle, hay que quererle”. Es verdad, humanamente no se puede entender, pero… no puedo contener las lágrimas. Me tapo la cara y lloro en silencio, de rodillas, pensando en ti, en tu esposa, en su madre y en tus 6 hijos. Jero, dirigiéndose a los alumnos compañeros de tu hijo, acude al rescate: “Que la pena no deje paso a la tristeza”.
Por la noche, vamos al tanatorio de La Paz, sala 17. Tres seres sin aristas, en Tres Cantos. Tres Santos. Rezamos otro rosario. Me gusta la foto en la que, algo más joven pero con bastante más pelo, Teresa te coge el mentón (no tenías barbilla entonces) con su mano, delante de las cuatro torres de la Sagrada Familia de Barcelona. Sonrisas, cariño, ternura.
Mariló se funde en un abrazo largo y sentido con Blanca. Esta vez no hablan de Matemáticas. Veo a Javier, más entero que yo, y apoyo mis manos en sus hombros: “Soy Cesco, padre de Álvaro Serra, catalán como tu padre, somos compañeros profesores de Villanueva, y ya le estoy pidiendo cosas”. Se lo digo en presente de indicativo. Él asiente y me dice “muchas gracias”. Me reconforta. Mariló, también profesora de Teresa en el colegio Montealto, se acerca a ella: “Voy a rezar todos los días por vosotros”. “Gracias, lo necesito, porque ahora voy a tener que hacer de madre”, le responde Teresa. “Papá, mamá, sois increíbles, estamos orgullosos de vosotros. Estamos preparados para salir adelante”, dice Javier al día siguiente, en el mismo lugar. “Nuestros padres nos prepararon toda su vida. Nos han transmitido unos valores y un enfoque de la vida que nos hace ahora estar serenos y fuertes”. Enormes.
Vuelvo al principio, a los títulos.
“Prados y Valles en el Paraíso”: Prats, en catalán, o Prados, en castellano. Tú, como el padre de Álvaro, ya contemplas la Belleza del Señor y de la Virgen de los Prados. Como Teresa y María del Carmen del Valle. Prados y Valles, verdes como la beca de Javier, en el Cielo.
“SO-20”: Ronda de circunvalación de Soria, donde el Señor acude a vuestro encuentro. No he podido despedirme antes de ti. Recorro tus últimos metros en la tierra, mientras recuerdo a Bosco Gutiérrez: “En esta vida, estamos de paso y estamos en deuda”. El camión, sin carga, ya ha pasado. Un poco más atrás, a escasa distancia, le sigue una pequeña furgoneta de Telefónica…
para facilitarnos la comunicación con el Cielo. Conexión ultrarrápida InfinitoG. En el otro sentido de la marcha, el camino al Cielo, despejado
Publicado el 24.05.2018
Cesco Serra