Por Jaime Martínez Velasco
Primera semana del año y ya hemos caído en nuestra piedra de tropiezo.
No es más que una señal de que solo no puedo, de que he empezado el año con mis pilas recargadas, pero sin contar con las tuyas.
Al menos, pronto me he dado cuenta de que sin Ti, yo no puedo, que sin tus fuerzas mis cargas se hacen insoportables y que sin Tu ayuda en vez de cargar la cruz, la voy arrastrando.
Que no se trata de ser el héroe de mi historia no, que ya me has demostrado que Contigo, todo se puede, que la vida llevándote como Capitán de mi barco es más sencilla, que siempre que me desvío del rumbo al Cielo estás Tú para soplar en el buen sentido.
Basta ya de esperar para confesarse, de los ‘total si voy a volver a caer’, si Tú me perdonas hasta 70 veces 7, si Tú siempre estás esperándome con tus brazos abiertos para entrar en ese abrazo sincero del Padre que espera que su hijo vuelva a casa para sentarse a cenar con él, para que le cuente sus problemas y escucharle con la ternura de un amigo.
No hay mejor defensa que un buen ataque, que este año fortalezca mi armadura con los Sacramentos, que me deje inundar de tu Gracia frecuentando la Eucaristía algún día entre semana y que te reciba siempre bien preparado, que te trate todos los días leyendo el Evangelio y tratando de interpretar el mensaje que tienes para mí en tu Palabra Viva.
La verdad es que lo pones fácil Jesús, pero si no te busco con la sencillez de un niño, si me empeño en esconderme bajo mi coraza y orgullo, no te dejo lugar en mi corazón lleno de seguridades y planes.
Que este año te sepa ver en todo y seas Tú quien guíe mi vida.