El pasado domingo 20 de noviembre acabamos un año litúrgico con la Solemnidad de Cristo Rey y empezamos el ansiado tiempo de preparación, Adviento, en el que esperamos el Nacimiento del Hijo de Dios.
El periodo vacacional que acompaña estas fechas tan señaladas para los cristianos muchos lo emplean para el descanso y el ocio, no obstante, para muchos estudiantes, mayoritariamente universitarios, este tiempo más que vacacional es tiempo de estudio para los exámenes que se hacen próximos. ¿Y qué mejor manera de pasar este precioso y entrañable tiempo que acompañados de la Virgen María y de su hijo recién nacido?
A veces la vida pone en nuestro camino una serie de obstáculos cuya dificultad a la hora de superarlos puede variar. Dentro del ámbito académico hay materias que te pueden agradar más y otras menos pero al final el examen lo debes hacer de todas ellas. Cuando sentimos que no podemos o cuando vemos que la situación a la que nos enfrentamos es superior a nosotros, ¿qué debemos hacer? Si de algo estoy seguro, es de que quedarnos sentados esperando una solución no es la opción adecuada, siempre vamos a poder hacer algo. Algunas veces puede ser que sean remedios materiales pero otras muchas veces el remedio puede ser tener a Dios presente en el estudio(o en el día a día si no es académico), presentarle las dificultades, decirle: “esta asignatura me cuesta mucho, ayúdame a sacarla adelante” o bien “estoy pasando por un momento difícil ayúdame a seguir adelante contigo”.
“Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.” (Mt 7, 7-8).
Todo cristiano ha de saber que Dios está presente en su cotidianidad, que él es capaz de convertir cualquier dificultad que nos encontremos en crecimiento personal y que, cuando no nos quedan fuerzas para seguir, avanza Él nos coge de la mano y nos ayuda sin descanso. Y también hemos de estar seguros de que todo cuanto ofrecemos llega a oídos de Dios y aunque la ayuda tarde en llegar, esperémosla con los brazos abiertos porque si así Dios lo dispone será por y para nuestro bien.
“Ama a la Señora. Y Ella te obtendrá gracia abundante para vencer en esta lucha cotidiana.” (Camino – San Josemaría Escrivá de Balaguer).
Es inevitable, cuando le pedimos a Jesús que nos eche una mano, acordarnos de su madre, la Santísima Virgen María. La figura de María, nuestra madre y señora, la encontramos también presente en nosotros día tras día hagamos lo que hagamos y nos encontremos donde nos encontremos.
Ella, como toda madre, quiere lo mejor para sus hijos y que mejor modo que pedirle ayuda a nuestra madre del cielo, pedirle ayuda y consejo, a una mujer que aún sabiendo que su hijo iba a morir en la cruz por nosotros aceptó la llamada de Dios diciéndole: “SÍ”.
“La Virgen Santísima es nuestra Madre y no queremos ni podemos dejarla sola.” (San Josemaría Escrivá de Balaguer).
Que la Bienaventurada Virgen María sea el sí de nuestro día a día y con su intercesión por nosotros ante Dios nuestro Padre y Jesucristo nuestro Señor nos ayude a sobreponernos a todas las dificultades que nos encontramos diariamente. Que ella, al igual que acompañó hasta la cruz a su hijo, nos acompañará a nosotros a todos los lugares donde vayamos sin abandonarnos.
Trabajar, estudiar y vivir día a día en la presencia de Jesús nos asegura la presencia y la compañía de la Virgen María, madre suya y madre nuestra, que bajo ningún concepto nos abandonará y nos conducirá por el camino del bien a que busquemos junto a ella a su hijo Jesús.
Empecemos así pues este camino de su mano, abriendo nuestros corazones para recibir con gozo y alegría el nacimiento de su hijo Jesús, que vino a la tierra después de que ella, valiente y humilde aceptara la llamada de Dios.
Jorge Aura