Hoy, un brevísimo post para felicitaros la Navidad con esta imagen de san José y el Niño. Como me ha dicho un amigo al recibir a felicitación, este san José parece más bien san Joaquín, el abuelo de Jesús. Y, en efecto, muchas de las grandes obras pictóricas sobre de San José y el Niño, que es lo que buscaba para la felicitación de este año, representan a un San José anciano, cuando debía rondar la veintena.
Y, sin embargo, estos san José ancianos no dejan de emocionarme porque muestran la fuerza de la Fe, que adaptó la lógica humana a la lógica divina. María nació sin mancha de pecado y se mantuvo virgen antes, durante y después de la concepción de Jesús. Pero… ¿Qué pasa con José? Él era como nosotros, debieron de pensar los artistas que pintaban en el esplendor de su vida humana, No se le ahorró, como a María, el pecado original, ¿podría contener su juvenil y natural ímpetu sexual masculino al contemplar cada día la belleza incomparable de la Virgen? Podía, desde luego, porque la castidad es patrimonio y fuerza de la juventud. Pero el pintor, acaso experimentando su propia debilidad humana, resolvió la duda con creatividad artística: adaptando la edad de José para concederle la gravedad de los años que otorgan un mayor dominio sobre el propio cuerpo. Ya se sabe, el arte tiene sus licencias.
María fue la que creyó en lo imposible. José fue el que lo vivió. Así es la Fe auténtica. Una fuerza incontenible, capaz de creer y vivir más allá de nuestras fuerzas, que nos lleva, contra viento y marea, a adaptar toda nuestra vida a la palabra de Dios, que mañana, 25 de diciembre, se alzará un año más con la fuerza de lo débil.
¡Feliz Navidad!