Me llamo Marta, tengo 42 años y hace 12 años que me casé con Juanjo. Desde el año 2006 vivimos un noviazgo con la ilusión de formar una familia cristiana, y para ello, nos ayudó a prepararnos un sacerdote amigo D Fernando Gallego, al que siempre le agradeceremos sus consejos y su sensatez. Tenemos cinco hijos (y tres más que se fueron al cielo antes de nacer) entre 1 y 11 años. Además soy pediatra y trabajo en el Materno- Infantil.
¿Qué es para ti la santidad cotidiana?
Buscar lo que Dios espera de ti en cada momento del día, intentar actuar del mismo modo que lo haría Nuestra Madre en el hogar de Nazaret.
¿Quieres ser santa?
¡Claro que quiero ser santa! Nadie que sea consciente de la felicidad que les espera a los santos puede querer perdérsela.
¿Es posible ser santo en el mundo en el que vivimos?
Por supuesto. Solos es imposible, pero con ÉL todo se puede.
Dios nos ha creado para ser santos y para Él no hay nada imposible. Desde la eternidad el Señor nos ha amado y ha deseado nuestra santidad, aun sabiendo la época que nos tocaría vivir, nos ha guardado un sitio a su lado en el Cielo.
Ahora mismo la tentación es muy grande, pero si buscamos la ayuda de Dios, sobre todo a través de los sacramentos, ÉL nos dará siempre la gracia necesaria para vencerla.
El papa Francisco fue el primero en acuñar la expresión de “los santos de la puerta de al lado”. ¿Quiénes son los tuyos?
Mis padres, que han sido un ejemplo de amor a Dios y de buscar hacer su voluntad. También de generosidad y de sacrificio.
Por supuesto mi marido, que cada día me sorprende más con la profundidad de su fe.
¿Cuáles son las características que tiene la santidad cotidiana?
Ver en cada persona (Juanjo, nuestros hijos, las personas con las que trabajo, mis pacientes y sus padres…) a Jesús. Y del mismo modo, ya que recibo a Jesús en la Eucaristía con frecuencia, intentar que los demás vean un poquito de Jesús en mí.
Manejar el afán de cada día buscando la perfección para agradar a Dios, sobre todo en lo más pequeño y en lo que pasa desapercibido a los ojos de los demás.
Y lo más importante, vivirlo con muchísima alegría.
Esto es lo que intento hacer, pero claro, muchas veces no me sale así. Para eso Dios, en su infinita misericordia, nos ha regalado el sacramento de la confesión, para poder empezar de cero las veces que lo necesitemos.
Santa Teresa de Ávila decía que “entre los pucheros anda Dios”. ¿Cómo podemos santificar nuestro trabajo cotidiano?
Ofreciéndolo a Dios desde que nos levantamos y haciéndolo lo mejor que podamos
Como he dicho antes, hacer las cosas del día a día pensando cómo lo haría Nuestra Madre. Por ejemplo al preparar el desayuno, al peinar a mis hijas con el peinado que a ellas les gusta, un aperitivo sorpresa para Juanjo, escuchar a la señora que me ayuda en casa, acompañar a mi madre un ratito…
En la mayoría de ocasiones, la vida cotidiana no está plagada de actos heroicos. ¿Cómo conseguimos llegar a la santidad sin dar ese testimonio que nos dan los grandes mártires?
Buscando hacer la voluntad del Señor con alegría desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Dios es Nuestro Padre, y, como decía santa Teresita, nos quiere en nuestra pequeñez.
Cuéntanos la anécdota de un santo que más te haya impactado.
La que se cuenta de Santa Teresa que le sucedió cuando iba montada en una mula y al cruzar un arroyo, la mula se puso terca y Teresa terminó en el arroyo, completamente mojada y cubierta de barro. El Señor le dijo “así trato a mis amigos” En tal situación, exclamó: “Señor, no me extraña que tengas tan pocos amigos si así tratas a los que tienes”. Me parece de una cercanía y de una confianza brutales en Dios, me Lo imagino muerto de risa, cuando escuchó la respuesta de la santa.
Tu frase de cabecera para luchar cada día por la santidad.
“Hay que dar hasta que duela y cuando duela seguir dando hasta que deje de doler.”
De Santa Teresa de Calcuta.
Publicado en Testimonios de Amor