Por María Payán Martínez.
Me llamo María Payán Martínez, tengo 19 años, y soy estudiante de primero de Derecho en la universidad de Granada. Me considero una persona muy sociable y entregada a los demás, además me gustan las personas que comparten mi fe en Jesús.
Nací en un hogar cristiano, estudié en un colegio de la Fundación Jesuitinas, pero eso no ha evitado que mi relación con Dios haya tenido momentos difíciles. El momento en el que fui más consciente de ello, fue cuando estaba atravesando un momento complicado, a causa de la presión que estaba viviendo por estar cursando segundo de bachillerato y último curso de conservatorio. Además, estábamos recién salidos de un confinamiento mundial.
Sin embargo, todo cambió al empezar ese verano, justamente el día de la Virgen del Carmen, cuando fui a misa en la parroquia de mi pueblo, con mi amiga Alba que, además de guiarme por el camino hacia Dios, siempre estamos aprendiendo y compartiendo un poquito más sobre Dios y sobre lo que nos tiene que enseñar. En ese momento, fui consciente de que Dios había estado esperando el momento adecuado para acercarse y mandarme a las personas adecuadas para vivir mi fe y ahí, además, fue cuando me pregunté a mí misma cómo podía haber vivido esos dos años sin darme cuenta de todo lo bueno que me esperaba junto a Él.
Otro de los hechos que marcó un antes y un después en mi relación con Dios, fue una noche de verano, debido a unas circunstancias por las que tuve que regresar sola a mi casa de madrugada, entre el miedo y la incertidumbre que pasé en esos momentos, sin saber si llegaría a salvo, tuve claro a quien recurrir. Fue así como durante todo el trayecto estuve rezando y pidiéndole por mi bienestar.
Ahí fue el momento en el que entendí que una vida cerca de Él, dejando todo en sus manos y confiando a ciegas, era una vida mucho más sencilla y más alegre.
Ahora, que ya llevo un año sintiéndole de nuevo en mi corazón, puedo decir que, desde el momento en el que he dejado que Dios tome las riendas de mi vida, todo ha ido a mejor. Además este año, me ha brindado la oportunidad de conocer a gente maravillosa que, al igual que yo, sentimos gran admiración por Él.
Por último, me gustaría acabar diciendo que mi relación conmigo misma ha mejorado sustancialmente desde que he dejado el rumbo de mi vida en manos de Dios, porque sé que Él tendrá siempre los mejores planes para mí. El mejor regalo por el que podemos ser bendecidos, es sentir a Dios cerca de nosotros, y confiar en el Él, porque siempre va a tener un plan especial para ti.