Dios es más grande que tus momentos álgidos y tus bajones. Todos tenemos momentos altos y momentos bajos en la vida. Momentos en que sentimos que todo está bien y que podemos comernos el mundo, y momentos en que tocamos fondo y lo vemos todo gris.
Cuando estamos en un momento álgido, nos creemos capaces de todo porque Dios ha permitido algo bueno en nuestras vidas, porque ha sucedido algo maravilloso, o porque hemos logrado algo grande.
Es un momento de subidón, un momento en que se nos hace fácil creer, amar, hacer el bien. No es malo tener momentos álgidos. Pero lo cierto es que en esos momentos tenemos que darnos cuenta de que la vida no siempre va a ser así de que nuestra fe no puede depender de nuestro estado de ánimo, de que no podemos ser fieles sólo cuando las cosas nos van bien, de que la fe nos invita a ir más allá, de que todo lo que tenemos es un don de Dios que tenemos que agradecer y cuidar.
Nuestra fe no puede nutrirse sólo de los buenos momentos y de los subidones espirituales.
Cuando estamos en un bajón, puede ser porque hay una oscuridad espiritual, o porque hemos metido la pata, o porque ha pasado algo malo a nuestro alrededor.
Eso hace que nos sintamos tristes o cansados, que sintamos a Dios lejos o nos sintamos indignos. Cuando uno está en un momento malo parece que se va a quedar así toda la vida y que nunca va a cambiar.
Sin embargo, estos momentos son fundamentales para afianzar la fe, para darnos cuenta de que no depende de nosotros sentir a Dios y de que la felicidad es mucho más que un sentimiento transitorio. Estos momentos son los momentos de la fidelidad: cuando se hace difícil creer, hacerlo es más meritorio; cuando todo va en contra es cuando se constituye el verdadero acto de fe.
Dios siempre va a estar ahí, mirará con gozo nuestros momentos álgidos y nos acompañará con fortaleza en los momentos bajos pero en todo caso nos invita a ser fieles siempre, en toda circunstancia, más allá de lo que sentimos. La fe es un acto de la voluntad que dice «Jesús confío en ti» en los momentos buenos y en los malos, en la luz y en la oscuridad, en la consolación y en la desolación, siempre.
Sé fiel aunque sea a rastras.