Hay días que se tornan grises. Incluso aunque el sol esté alumbrando con toda su fuerza y su calor. Hay realidades que por mucho que lo sean, nos negamos a creerlas. Ésta es una de ellas.
Esta mañana desperté con una noticia que me encogió el corazón. Y aún sigo con él encogido. O más. (…)
Juan… sí, Juan, a quien yo le llamaba capitán (porque le encantaba el mar, y los barcos entre otras muchas cosas) había fallecido mientras se bañaba en la playa de Gijón, de donde él era, y el lugar al que siempre que podía escapaba.
había fallecido mientras se bañaba en la playa de Gijón
La corriente de agua, la mar traicionera a veces, le arrastró sin dejar escapar mientras se bañaba ayer y finalmente, ¡incoherencias de la vida!, el lugar que más amaba, se lo llevó.
Era mi compañero en el despacho, pero fuera también compartimos muchos momentos que siempre ayudarán a recordarlo con cariño y una sonrisa.
Tranquilo, calmado, tradicional, católico. Entregado. Peculiar. Bueno. Familiar. Con 38 años pero todo un señor al mismo tiempo. Apasionado de su trabajo, de los toros, del golf, de la caza… y de todas esas “simples” cosas que para él eran grandes. Fuera del despacho también, me enseñó que tenía un corazón grande, muy humano.
Personalmente, siempre me mostró de forma discreta y sigilosa mucho cariño e interés. Me abrió sus puertas cuando fui de visita a Gijón. Y quemamos la noche entre lluvia, risas, y sidra. Mucha sidra.
Prometí volver. Pero esta vez será diferente.
Juan, para mí, fue un compañero pero no de paso.
A veces, aunque sea en silencio, las personas dejan huella y marcan el camino.
No hay mejor manera que hacer el bien sin publicarlo ni alardear.
Me he reído con él. Y mucho. He hablado con él de muchos temas. Hemos compartido trabajo. Y también algún malentendido (¡por qué no decirlo!) .Cenas. Aficiones. Llamadas. Y…planes que al final no podrán ser. Ni volverán a ser.
Sé que está en el cielo.
Como gran creyente que era, está donde quería estar (¡pero no entiendo que sea tan pronto!)
A veces, cuando ocurren estas cosas, me revuelvo y me pregunto “dónde está Dios”. Sin embargo, sé que Juan me daría una respuesta alentadora, daría un giro a las cosas para buscar La Paz donde solo veo tormenta, y transmitiría calma buscando la Fe en cualquier rincón.
Querido Juan, desde aquí mi recuerdo, siempre con sonrisa y siempre, como decíamos sin perder “los valores”.
Te echaremos de menos. Te echaré de menos. De forma sigilosa y discreta, así, como todo.
Para ti mi oración.
Un abrazo grande al cielo.
Pido oraciones por Juan. Y especialmente por su madre, que se queda sin él, (pero con él).
Natalia Medina