Con este artículo, quería compartir una reflexión que he tenido pensando en que próximamente empiezo por fin las vacaciones, que tanto tiempo estaba esperando.
Hace ya más de un mes, que estoy deseando que llegue la fecha de tener un parón en el trabajo y por fin dedicar más tiempo a descansar; el hecho de no tener que madrugar, poder estar en la calle hasta más tarde, no tener que estar horas seguidas concentrada en el trabajo, no tener tantas responsabilidades…es algo que ahora mismo lo necesito y además espero con mucha ilusión.
Y pensándolo estos días, me percaté de que todo eso que he dicho es algo que quiero para estas vacaciones, pero también me di cuenta de lo que no quiero. A pesar de tener ganas de tener mucho más tiempo libre, más ganas tengo aun de que ese tiempo esté bien invertido. Con esto, me refiero a que
existen muchas maneras de descansar y de emplear el tiempo libre…
Personalmente, creo que la mejor manera de disfrutar y desconectar al 100% es dedicando nuestro tiempo a los demás y pasando ratos con los nuestros: a nuestras familias, parejas, amistades cotidianas y aquellas que vemos menos…y sobre todo, tiempo a Dios, pues al final el tiempo de descanso es una bendición suya.
Por eso, con esta reflexión tuve el siguiente planteamiento: puedo pasar los días dedicándome a hacer lo que me “apetece” en cada momento -ver series, tirarme en el sofá durante todo el día, salir todas las noches de fiesta, entablar relaciones superficiales…-, o puedo convertir cada día en verdaderos momentos de felicidad -reencontrarme con amigos que no veo, dedicar tiempo a mis padres y hermanos, conocer nuevos lugares, nuevas personas de las que aprender y con las que seguir creciendo, ayudar a quienes lo necesitan, ir a Misa algunos días más que los domingos…-.
Puedo convertir cada día en verdaderos momentos de felicidad
Parece que lo que más apetece en un principio, es hacer aquello que no supone ningún esfuerzo, justificándolo en que estamos en momento de descanso…pero descansar, no implica necesariamente “vaguear”. Descansar implica “desconectar” de nuestras ocupaciones diarias, para invertir nuestro tiempo en otras cosas que también nos ayudan a servir a los demás, nos hacen crecer como personas, y muchas veces son la vía del encuentro con Dios.
En muchas ocasiones, tendemos a decir que no dedicamos más tiempo a la oración, o que no vamos más habitualmente a misa, porque no tenemos tiempo entre trabajo, estudios, quedadas con amigos o compañeros…y efectivamente es verdad; vivimos con un ritmo frenético, y precisamente éste es el momento en el que merece la pena retomar todo aquello que muchas veces dejamos de hacer amparándonos en nuestra falta de tiempo.
De esta manera, cuando hayan pasado esos días de descanso, sí tendremos esa satisfacción de haber disfrutado cada día, cada momento, sirviendo a los demás, a Dios…y al final, sabiéndonos muy afortunados, porque
a quien da, Dios le devuelve el 101%.
Por eso, es importante, y para quienes ya lleven mucho más tiempo de vacaciones, aun están a tiempo, tomarse estos días como una gran oportunidad para crecer, para darse a los demás y agradecer cada momento por cotidiano que sea…al final, Dios quiere de nosotros que seamos santos en cualquier circunstancia; en nuestras casas, en las fiestas, en la playa, en los bares, en el gimnasio…esa es nuestra manera de llevar a Dios a los demás, tratando de que al menos un poco de su amor se vea reflejado en nosotros. Creo que no existe una mejor forma de disfrutar de estos días de descanso, pues al final lo que se hace por amor a Dios y a los demás, es lo que aporta verdadera felicidad, lo que más llena, y lo que hace sentirnos afortunados de verdad.
Pilar Hernández