Jesús a lo largo de los evangelios nos invita a amarnos los unos a los otros como Él nos ama (Jn 13,34). También a vivir las obras de misericordia (Mt 25), que son actos concretos de amor a nuestros hermanos. San Ignacio lo resume de una forma muy breve “En todo amar y servir”, la invitación es a vivir de esta manera, amando en todo momento.
¿Cómo es esto posible? ¿Cómo hacerlo?
Estamos llamados a vivir todos los contextos de nuestra vida cotidiana amando y sirviendo. En el trabajo, la universidad, el estudio, el deporte, en la familia, con amigos, en el mercado, en todo momento. Pero cuando empezamos a ponerlo en practica puede que nos encontremos con algunas limitaciones, la primera es nuestro corazón, por sí solo no tiene la capacidad de amar.
Solo somos capaces de amar como Dios nos pide, cuando dejamos que el Espíritu Santo actúe en nosotros. Cuando somos dóciles a su voz.
Algo fundamental para poder vivir amando y sirviendo, y que esto no sea una carga, sino que nazca desde lo más íntimo de nuestro corazón. Es sabernos hijos amados de Dios. Cada uno de nosotros es amado de manera única por Dios. No son solo palabras, es una realidad que tenemos que tener grabadas a fuego en lo más profundo del corazón.
Somos amados de Dios con nuestras fortalezas y fragilidades. Somos amados con nuestras fragilidades que Dios las ve con misericordia como barro en sus manos, capaz de ser moldeado para ser un instrumento de su amor, para servir a los demás.
Solo cuando reconozcamos que realmente somos hijos amados de Dios, podremos ser pan para los demás. Pan que se parte y se entrega, para saciar el hambre de amor de nuestros hermanos.
Santi Vincent @santivincentg