Venia de un año loco de erasmus de vivir fuera, donde a pesar de no haberme alejado de Dios tanto como yo creía que iba a pasar, el caos y el desorden predominaban en mi vida. Esperaba estos 10 días con muchas ganas por el reencuentro que tendría con mis amigos, pero la intriga y el respeto me inundaban porque sabía que en estos días volvería a tener un encuentro con Dios
Necesito dejar esto por escrito para creerme realmente la experiencia vivida durante estos días. Creerme que entre el cansancio, la falta de sueño y el hambre, Dios había puesto personas a mi lado para que durante el camino tirasen de mi, me hiciesen conocerme mejor y me permitiesen aprender de ellos.
23 años de vida, 23 años de fe y 23 años de ceguera era lo que yo tenía. Y es que en la vigilia del sábado noche te das cuenta que no estás solo, que como mínimo 12000 jóvenes caminamos en la misma dirección. Que a pesar de la multitud era posible encontrar el silencio interior. Que esas 12000 personas no se arrodillaban ante un pan, se arrodillaban ante una persona. Se podía apreciar el diálogo interior de todos ellos a través de sus abrazos, emociones y con sus miradas fijas en un objetivo, la Custodia.
Y es que ojalá pueda alcanzar lo que Dios espera de mí porque he visto a tantos curas y religiosas cotidianos y felices; he visto tantos jóvenes y adolescentes con agotamiento pero con una sonrisa y una mirada donde se aprecia la presencia de Cristo Vivo. Los he visto a todos ellos desvivirse por sacar esto adelante. Los he visto madrugar más que el resto para repartir desayunos para luego quejarnos de que el café era descafeinado. Los he visto perderse etapas del camino para luego quejarnos de que eran pocas duchas. Los he visto cenar los últimos por repartir las cenas para luego quejarnos de que otra vez eran macarrones. Los he visto cargando maletas, rezando rosarios en momentos de cuestas donde te falta el aliento, y los he visto dejarse la voz en el coro para ayudar al resto a rezar…Y a pesar de todo ello se respiraba entusiasmo y ganas de estar ahí.
Por ello, a veces necesitamos chutes de fe que no nos hagan olvidar quienes somos, en que creemos y a qué aspiramos en nuestra vida: al Cielo como buenos santos. Así que necesitamos un G(od)PS que nos recalcule la ruta porque los cristianos a veces fallamos. Fallamos si. Como humanos que somos fallamos, pero hemos descubierto el día de la reconciliación en aquel parque que el amor de Dios es tan grande que Él es el único que no nos falla.
Y es que ahora jóvenes nos toca evangelizar a nuestros amigos, ser ejemplos de vida y de fe.
Como nos dijo el Cardenal Marto en la vigilia: “Llevad con fuerza al mundo el testimonio de la vida Cristiana” porque si después de lo vivido no damos testimonio de ello, nadie lo hará por nosotros. Ahora llega el momento de luchar por seguir mejorando como cristianos, de contagiar, exprimir y dar envidia de lo vivido… y para ello hemos visto que los 600 jóvenes de Aragón y La Rioja somos un buen equipo. Animo y nos vemos en Lisboa porque al cielo se llega más fácil si se va en equipo.
María Mur de Zaragoza