Hoy quiero contar el testimonio personal de algo que me ha hecho reflexionar mucho en la necesidad de cuidar y cultivar nuestra confianza en Dios.
Durante estos meses atrás y hasta hoy, estoy viviendo algo que me está dando muchas alegrías y me está generando mucha ilusión conforme más avanza. Sin embargo, esa ilusión está algo turbada porque esa situación puede cambiar en cualquier momento y acabarse para siempre, o por el contrario, puede durar para siempre. La cuestión es que el que pase una u otra cosa no depende de mi sino de otras personas, y que por mucho que me esfuerce, no puedo cambiarlo. En principio, confiaba en que hace ya más de un mes sabría qué iba a pasar con esa situación que tanta ilusión me estaba provocando, pero ha pasado el tiempo, y sigue todo igual.
Por eso, el paso del tiempo y el miedo a que se tuerzan las cosas me ha hecho en muchas ocasiones perder la confianza de que nada vaya a cambiar…y como he tenido tanta ilusión y la sigo teniendo, he estado rezando mucho para que las cosas salgan como quiero y cuando quiero, hasta que llegué a desesperarme por seguir en la incertidumbre uno y otro día.
Ante esta situación, me di cuenta de que estaba tan preocupada por lo que pudiera pasar, que ya la Oración o el motivo por el que me dirigía a Dios, siempre era el mismo, y al ver que no cambiaban las cosas, opté inconscientemente por no poner nada en manos del Señor y luchar con mis propios recursos. Sin embargo,
yo quería seguir confiando en Él aunque me estaba costando mucho.
Esta situación, se la comenté un día a un Sacerdote y la verdad es que me dijo unas palabras muy sabias que me gustaría poner en práctica todos los días. Él me dijo que la simple incertidumbre y la desconfianza en Dios ya me estaba haciendo sufrir sin que aun hubiese pasado lo que tanto me daba miedo que pasase. Y que si llegase a pasar, lo pasaría mal doblemente; me dijo una realidad muy grande, y es que Dios solo quiere nuestro bien y aunque cueste a veces, tenemos que dejar todo en sus manos, porque cuando lo hacemos así,
Él nos devuelve el 101%.
Es verdad que a lo mejor las cosas no salen como quisiéramos, o que salen mucho más tarde de lo que estaba en nuestros planes…pero en esos casos, tenemos que pedirle la fortaleza para aceptar lo que Él ha previsto para nosotros, porque seguro que nos aporta cosas mucho más beneficiosas aunque como humanos no lo sepamos ver en muchas ocasiones. También es importante saber confiar en que nuestros tiempos, no son los tiempos de Dios, y por tanto, no podemos desistir si pasado el tiempo que esperamos, nada de lo que queríamos ha cambiado.
A raíz de esta conversación, volví a darme cuenta de lo importante que es mantener ese diálogo constante con el Señor y ofrecerle nuestro miedo, nuestra inseguridad o nuestra desconfianza, para que Él la transforme en amor a Él y al prójimo; la verdad es que a veces cuesta, pero merece la pena optar siempre por ese camino. ¿Y cómo hacer eso en situaciones tan difíciles? Basta con creer que Él sabe todo lo que hay en nuestro corazón, y en dejarnos hacer por Él; es cierto que los sueños y los proyectos de vida se consiguen con esfuerzo, constancia, sacrificio…pero al final es Dios quien nos regala esa capacidad. Y hay muchas situaciones que ni siquiera con nuestro esfuerzo o voluntad pueden cambiarse…entonces el camino es incluso más sencillo, pues solo hay que confiarle esa situación a Dios y dejar que sea lo que Él quiera, y
seguro que su opción será la que finalmente más nos reconforte aunque no sea la que en un principio esperábamos.
Como dijo el Papa San Juan Pablo II, “El Amor vence siempre, como Cristo ha vencido, el amor vence siempre, aunque en ocasiones ante sucesos y situaciones concretas, pueda parecernos impotente….Cristo parecía impotente en la Cruz….Dios siempre puede más”.
Pilar Hernández