Chico conoce a chica. Chico se siente atraído por ella y chica se siente atraída por él, y van a tomar algo. Hablan, se van conociendo más, se ven más frecuentemente. Conocen sus respectivos mundos, sus familias y sus amigos. Se enamoran cada día y deciden compartir sus vidas. Comparten lo que hasta hace poco tiempo se consideraba lo más íntimo: su cuerpo, en comunión con su alma. Viven sus vidas juntos hasta el final.
Esta es la secuencia clásica de una relación romántica, en la que dos personas se van aprendiendo a amar de forma progresiva y natural, pasando por una atracción física, personal y emocional, un enamoramiento, un amor de pareja, una unión total de dos individuos únicos y libres que deciden compartir sus vidas y todas las dimensiones de su persona. El sueño de muchos y muchas en la vida; una vocación, un deseo. Un sueño en muchas ocasiones roto. Una vocación que parece decepcionar y engañar. Un deseo que puede sonar infantil e irreal. Y, tras el desencanto, la mentira que precipita en una inversión de todo el proceso, en la actualidad afectiva social.
Porque parece que la intimidad ya no es íntima. Mostrar tu cuerpo desnudo se considera libertad, pero es justo lo contrario, pues ya no puedes decidir sobre tu imagen porque ya no es tuya, sino de internet y de todos los que quieran mirarla. Porque parece que reservar tu cuerpo y tu alma para una sola persona es negar la realidad del mundo y de tu vida, cuando es, precisamente, ser más consciente del valor de las cosas. ¿Cuánto vale hacer el amor contigo? ¿Qué precio le pones? Lo vale todo, absolutamente todo: la vida entera de la persona a la que amas con todo tu ser.
Nunca diría que haberte dado a alguien antes de lo que hubieras querido sea una condena perpetua y nunca juzgaría a nadie que lo haya decidido libremente. Compartir más de lo que realmente quieres con otra persona, aparte de hacerte daño, te puede servir para aprender a esperar a la persona que realmente se merezca tenerlo todo de ti. Pero debes ser muy libre y consciente de tu libertad. ¿Qué buscas al final? ¿De qué tienes miedo? ¿Esperas en algún momento encontrar a una persona con la que vivir siempre y a la que aprender a amar cada día? Es difícil encontrar algo tan grande y bueno sin estar atento a ello y sin prepararse para saber aceptarlo y cuidarlo cuando llegue; por suerte o por desgracia, no nacemos con un cartel encima en el que esté escrito el nombre de la persona con la que seríamos más felices, así que debemos buscar, ir preparándonos y aprender a valorar a esa persona cuando se cruce en nuestro camino. Por eso dicen que es bueno guardar la intimidad propia, para poder regalarnos a nosotros y a la persona más importante de nuestra vida algo que solo ella puede valorar realmente.
Descubrir esta necesidad conlleva un cambio de actitud, un cambio de conducta. No es fácil. Por eso tienes que elegir muy libremente y con mucha confianza cómo quieres vivir, porque cuando acechan las dificultades y el camino de vida se hace difícil, cuando la soledad ataca y tu cuerpo te demanda, saber que estás apostando por algo precioso y grande y que merecerá la pena enormemente puede darte la fuerza suficiente para perseverar en el buen camino que te guía por la felicidad, por ese bienestar afectivo.
En el corazón, todos los gestos afectivos físicos dejan huella: un estrecho abrazo a tu padre te llena, un infantil beso en la mejilla a tu abuela te acompaña cuando ya no está, un paseo de la mano con un amor de verano te reconforta al recordarlo… Como nos repiten Lágrimas De Sangre en ‘Canción para Ti’ y en ‘Senderos a Roma’, perdamos el miedo a perder a las personas que queremos porque las queremos libres a ellas y a nosotros mismos, porque “Cuando ganamos queda dentro y la intimidad es para siempre”.
Antonio V. D. Sierra Maestro-Lansac