Los tiempos del Señor son perfectos. No intentemos comprender sus ritmos. Seamos humildes, Él que nos ama con locura sabe más, y nosotros sabemos lo que queremos, pero Él lo que necesitamos.
Qué complicada resulta a veces la espera, cuando consideras que tiene que llegar ya la persona que revolucione tu vida, tu compañera de viaje y, tratas de buscarla como si de una pareja de pádel se tratase.
Es normal, tenemos la necesidad de sentirnos queridos, a todos nos gusta que se preocupen por nosotros, tener alguien pendiente y a veces nos impacientamos queriendo que llegue ya, que sea esa persona que simplemente te hace gracia.
Pero, démosle la vuelta al razonamiento. Al final, buscamos encontrar una única persona que nos acompañe en nuestro camino al cielo, que nos acerque a Dios, así que quién mejor que Él para confiar en esa tarea.
Pidámosle a la Virgen y pongamos bajo su manto a la persona que nos acompañará para siempre, recemos por ella desde ya, que nos preparemos para el momento en que tenga que llegar, con confianza.
Qué importante es estar preparado para el noviazgo y en ocasiones qué inadvertido pasa. Pidamos por tener un corazón grande y puro, preparado para querer desinteresadamente y entregarse al 100%, con una capacidad de amar completa.
En este tiempo de espera, pidamos que jamás se dañe nuestra capacidad de amar y que cuando tenga que llegar la persona indicada lo vea claro, mientras tanto a pedir y ofrecer estudio y trabajo por ella.
Por supuesto, que nadie es esclavo de su pasado, pasado está, pero que a partir de ahora, piense en la importancia de querer estar bien preparado para la persona que me acompañe el resto de mi vida, la que será la madre o el padre de mis hijos.
A todos nos gusta que la otra persona esté centrada, que nos acerque a Dios, pero seamos nosotros también los que hagamos el esfuerzo por ello.
Y si estás ya en la situación de conocer a alguien, tranquilo que si te da paz ahí es, ya que si viene de Dios ni aunque te alejes y sino viene de Dios ni aunque insistas.
Un fuerte abrazo a todos los que estamos en la misma lucha, de verdad que vale la pena. Confiemos más en el Señor y en sus planes y dejemos de intentar cumplir los nuestros.
No juguemos más partidos amistosos, que Dios que nos ama, tiene en su cabeza el partido de nuestras vidas.
Jaime Martínez Velasco