Hay en nuestro corazón un deseo, una nostalgia.
Se tiene nostalgia de lo que ya se ha conocido, intuido o vivido.
Existe en nosotros un anhelo inconsciente e innato de amor puro. Por esta razón, nos emocionamos al presenciar actos que encarnan o reflejan este amor puro.
El amor te lleva a la libertad.
Solo el que es libre goza de las cosas.
El que es libre es capaz de apreciar la belleza y nada le esclaviza, pues no busca en las cosas su plenitud, no busca en ellas el cielo.
¿Y que tiene que ver el amor con la libertad?
El que ama se descentra de sí mismo, se despoja de su yo para dar paso al AMOR.
El centro no soy yo, por lo tanto, ya no es todo una ocasión para mi autoafirmación o realización, pues todo va enfocado en los demás, en el bien del otro.
Vivir en esta dimensión me permite conquistar la verdadera libertad.
Ya nada me posee, pues todo es regalo y ocasión para darme.
Somos seres relacionales y hemos nacido para cosas grandes. El amor es nuestra primera y más importante vocación.
Esto no son palabras bonitas, es la forma de vivir para así dejar de sobrevivir.
Yo soy persona mediante Dios y no mediante mi yo (mi individuo), pues mi identidad no es mi yo (que tantas veces me esclaviza), sino el ser hijo amado perteneciente a una familia, que espera en una promesa y que vive de una fe que se concretiza en hechos objetivos, unido a un pueblo, con una raíz, con un origen.
Solo cuando entro en esta realidad puedo cambiar el mundo.
Cuando dejas de ponerte en el centro del universo, entonces algo dentro hace click, algo se ordena y llega la alegría (que no es euforia) que es paz, es verdad, es belleza y es libertad.
El amor es Dios y la libertad está directamente ligada a Él.
Ve al origen. Compruébalo.
Miriam Pareja