Pedro nació en una familia en la que no se practicaba la religión, aunque fue a colegios católicos. Su madre murió cuando él tenía 5 años. Su padre no le imponía grandes reglas, salvo cumplir sus deberes en casa y en la escuela.
«Viví toda mi juventud en Oporto, entre Amial, Foz y Boavista. A los 15 años empecé a asistir a un club de chicos del Opus Dei». Allí aprendió a rezar, a hacer oración personal y empezó a ir a Misa. Dos años después Dios pasaría a segundo plano.
Estando estudiando arquitectura, solicitó una beca Erasmus y aterrizó en los Países Bajos. Allí retomó su relación con su antigua novia Raquel. «Comenzó un proceso de reconexión con Dios, con un compromiso diferente. En un país extraño, sin mis amigos, Dios era el único Amigo al que podía recurrir.»
«Sentí la presencia de Dios de una manera que nunca antes había sentido. Y empecé a hablar con Él durante el día y a confiarle todo mi trabajo.» A través de un amigo, retomó su asistencia a los medios de formación del Opus Dei de manera que al volver a Portugal me entregaría a Dios, y este camino me llevaría a entregarme totalmente a Él en el Opus Dei, integrando a Dios en mi vida como ¡un arquitecto!
Hoy está casado con Raquel, tienen siete hijos y ha creado su propia empresa dedicada a la agricultura para poder dedicar más tiempo a su familia.
Fuente: Opus Dei