La Virgen te está esperando. Te está llamando. Con los brazos abiertos, con una sonrisa en el rostro, con ganas de hacerte feliz. La Virgen no defrauda. Nunca.
Aprovecha el regalo tan grande que nos hizo Jesús: a su Madre. Pídele, suplícale, agradécele y ponte en Sus manos. Son unas manos delicadas, llenas de ternura y de firmeza, llenas de convicción y de esperanza en ti. María sabe quién eres, conoce tu historia, y te quiere llevar al Cielo. Ella sabe todo. Sabe que mereces la pena, y jamás te va a dar la espalda. María confía en ti. Más que tú mismo.
María es la flor que dio Dios al mundo para que respiráramos su aroma y suspiráramos tranquilos. Es el arcoíris que aparece en tu corazón, como una llama de esperanza, cuando ha llovido tanto que el frío te consume. María es refugio cuando el mundo se convierte en un bombardeo.
Todo lo que hizo por Jesús, María está dispuesta a hacerlo por ti.
María te acogerá en sus brazos a pesar de que ello implique sufrimiento, como acogió al Señor en su seno a pesar de que todo el mundo la mirara con desprecio. María te esperará pacientemente a pesar de que dudes, como le pasó a José. Y se alegrará cuando vuelvas, como hizo con su marido. María te envolverá en mantas una noche de frío en pleno diciembre. Es tu Madre, y como Madre, cuando te pierdas, te buscará incansablemente durante días hasta te encuentre, no te abandonará. Guardará cada una de tus palabras en Su corazón. María pedirá vino cuando tu felicidad se convierta en tristeza, pedirá la alegría para ti cuando esta se acabe.
Pero, sobre todo, María te acompañará cuando te rodeen y te insulten. Te acompañará mientras sufres, mientras tengas una herida que sangre, mientras veas cómo tus amigos se van. María te sonreirá cuando cojas la cruz, cuando el peso sea insoportable, y te recordará que todo tiene un sentido. La Virgen se agachará cuando te caigas, una, dos, tres o a las veces que haga falta. Te dará agua. Rezará por ti. Te dirá que te quiere. Que te quiere tanto, que estará al pie del madero, cuando todos se hayan ido. Te limpiará las heridas, te acostará para que descanses, e irá corriendo a buscarte en cuanto te levantes y le digas: “Madre, estoy listo. Vamos a ser felices otro día más. No me sueltes de la mano. Vamos con Jesús”. Y te llevará hacia Él, orgullosa de su hijo, de su hija.
Y el Señor sonreirá, porque sabe que has cogido el camino más corto para llegar a Él, aunque ni siquiera lo supieras. María te ha llevado corriendo hasta su Hijo porque se lo has pedido. Porque te has dejado querer por Ella. A pesar de todo, a pesar de ti. Y eso es lo que la Virgen quiere. Quererte, con todo, siempre.
Este es su mes. Es mayo. Si le das un poco de confianza, la Virgen hará llover tantas flores sobre ti que apenas te dará tiempo a darle las gracias. Y cogerá la Cruz contigo. Y te hará feliz. Confía en Ella, todo tiene un porqué. Todo merece la pena.
La Virgen María es tu Madre, y te quiere.
Patricia Navarrete.