Flores frescas adornando la mesa de la cocina. El sol de la mañana entrando a raudales por las lamas de las contraventanas. El café y las tostadas llenando la casa de deliciosos aromas. Estas son cosas «hogareñas» y reconfortantes.
«El poder de encontrar la belleza en las cosas más humildes hace que el hogar sea feliz y la vida hermosa». (Louisa May Alcott). Cultivar las artes domésticas es un santo gozo, pero abarca mucho más que la decoración y la buena comida, aunque son importantes.
La vida doméstica ofrece muchas oportunidades para el crecimiento personal y espiritual. Cristo es el centro de nuestra vida y también de la vida doméstica. Cristo ya está aquí en nuestros hogares y nuestras almas. Cristo es ciertamente el corazón del hogar.
Quizás no nos damos cuenta por estar demasiado metidos en la rutina, pero es que «estamos hechos para la rutina» el ritmo y las estaciones, y en esa repetición, esa familiaridad, llegamos a conocernos a nosotros mismos y llegamos a conocer a otros.
Cuando creamos un hábito, en realidad estamos creando «mini liturgias» en nuestro hogar. Cuanto más profundamente podamos entrar en esas liturgias, más plenamente podremos entrar en las liturgias de la Iglesia, porque las entenderemos mejor.
Existe un vínculo entre la vida doméstica que acoge a los demás y una vida de virtud, De hecho, el mismo acto de cocinar tiene “paralelos naturales” que ayudan a comprender el significado sobrenatural del sacrificio, tanto del tiempo, el dinero, como el don de uno mismo.
Cocinar, en cierto sentido, es realmente hacer lo que hace Jesús al volcarse en el pan y el vino, mostrar nuestro amor por la gente a quien va destinada la comida, así como Él muestra todo su amor al darse como alimento.
Al igual que en la liturgia, hay muchas partes diferentes involucradas en la cocina… Una Misa tiene el sacerdote, el coro, la asamblea… y cada uno tiene un papel importante en la liturgia. Lo mismo pasa cuando se cocina para las fiestas, por ejemplo: Navidad.
Puede que no seas el cocinero, pero puedes ayudar a lavar los platos; a poner la mesa; o, al menos, puedes ser un invitado que expresa su agradecimiento por lo que se ha hecho por ti. Todos tienen un papel que desempeñar en en una celebración litúrgica en el hogar.
Santa Isabel de Hungría recuerda que las cosas del hogar son vitales teniendo el amor como base. Entre sus esfuerzos caritativos, Santa Isabel llevó pan a los pobres todos los días. Y ese pan había que hornearlo. Pensar en eso nos puede ayudar.
Cuando metemos una tarta de manzana en el horno, o una empanada gallega, podemos meditar en que alimentar a otros está unido al cuidado de las almas. Y esto nos debe llenar de gratitud por poder dar amor a quien ha sido creado para recibir amor.
Adaptación y traducción de un artículo original del blog Blessed is she y de otro de una entrevista a Emily Chapman para el National catholic register.