La humanidad existe porque hay familias. Que la familia sea lo más natural y anterior a cualquier otra forma de convivencia humana es algo ya manifestado por los primeros filósofos griegos.
Aristóteles, cuya definición del hombre como zoon politikon, como animal político, es tan frecuentemente citada, dice que el hombre antes que un animal político es un animal conyugal. La primera comunidad natural es la familia. Dice Aristóteles: «La primera unión necesaria es la de dos seres que son incapaces de existir el uno sin el otro: se trata del hombre y de la mujer, con vistas a la concepción». (Política, I, 2, 1252 a.).
De modo que lo que genera la vida social es la diferencia sexual por medio de la fecundidad.
El ser humano no es un individuo que entra en la sociedad mediante un contrato, sino un hijo que nace de la unión conyugal de un hombre y una mujer.
Y por eso la familia es el marco de referencia de las relaciones justas en la sociedad en la medida que enseña y exige que cada uno sea considerado en su diferencia y en su singularidad, igual en su dignidad e irreductible alteridad. Una sociedad más justa es una sociedad que trata a las personas como las trataría su propia familia.
Más consideraciones que nos llevan a descubrir cómo la sexualidad nos abre a la trascendencia, al encuentro con los otros.
Puedo relacionarme con los otros porque soy capaz de comunicarme. La comunicación requiere un lenguaje. Y aprendo a hablar en la familia. A un cachorro de perro, no le enseñan a ladrar. En cambio, un niño aprende a hablar, y aprende a hablar un lenguaje concreto. Ese lenguaje es algo recibido, un patrimonio. Es una herencia. Las palabras que emplea el niño no las ha inventado él. Por eso el lenguaje es, primeramente materno. Nos referimos a la lengua materna. Nací de la unión sexual de mis padres y por eso hablo, no un lenguaje universal y neutro, sino el idioma de ellos.
La relación entre sexualidad, pensamiento y lenguaje es muy estrecha. Más de lo que a veces pudiéramos imaginar.
«La diferencia sexual estructura el pensamiento humano, pues controla sus dos conceptos primordiales: lo idéntico y lo diferente» y esto lo afirma la antropóloga feminista Francoise Héritier. Y sigue: «La construcción más importante, que recorre todo el mundo animal, del que forma parte el hombre, es la diferencia sexual». De modo que la diferencia sexual sería el prototipo de todas las demás diferencias y corresponde a nuestra primera percepción de lo diferente y de lo idéntico.
Se entiende mejor por qué entonces el desquiciamiento de la ideología de género con su cargante y pesada insistencia en el lenguaje inclusivo del tipo: todes les persones. Ya no es el cansino y repetitivo todos y todas los ciudadanos y las ciudadanas, sino todes les ciudadanes. Mantener el todos y todas, aún sería mantener la diferencia entre el masculino y el femenino. De ahí el recurso al todes. Pero curiosamente se llama inclusivo al lenguaje que excluye tanto lo masculino como lo femenino.