Ese es el título de una de las obras más conocidas de C. S. Lewis: El problema del dolor. Merece la pena conocerlo porque realiza una interesante síntesis de lo que, durante siglos, ha generado un gran conflicto: la idea del mal frente a la bondad de Dios. ¿Por qué sufrimos? ¿Cuándo va a cesar el sinsabor de los dolores humanos? El camino de la verdad pasa por el amor, necesariamente. Y quien ama, sufre. Pero, ¿y los sufrimientos «gratuitos»? No ha habido sufrimiento más gratuito que el de Nuestro Señor en la Cruz, para entregarse en pos de nuestra liberación, ¿no? Para eso se ha encarnado el Más Grande de entre los grandes, para romper nuestras cadenas. Como Daenerys de la Tormenta, pero de verdad.
¿Para qué sufrir? ¿Cuál es el sentido de morir? ¿Es posible que perder la vida sea la única vía para ganarla? Ayer acudí a un bonito Vía Crucis con Hakuna. Recorrían, como es natural, el camino de la Santa Cruz hacia la esperanza de la Resurrección, y reflexionaban, precisamente, sobre este tema: «El sufrimiento es dolor y amor. El dolor es muerte a algo propio. El amor es muerte a algo propio y estar naciendo a algo nuevo».
Descubre, de la mano de Mn. Samuel Gutiérrez, sacerdote y periodista, el sentido del sufrimiento. ¿Lo hay? Es posible porque, como dice Viktor Frankl: «El que tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo».