No es difícil advertir en los vídeos de ciertos géneros musicales una tendencia a mostrar el cuerpo. Es el caso, por ejemplo, del reggaetón, aunque no es el único. Se trata una práctica bastante instalada.
Pero los vídeos de reggaetón no son el único ámbito en el que sobra la ropa. Dentro del arte, también es posible encontrar expresiones en las que predomina el cuerpo, y que incluso se animan a mostrar más que un vídeo de reggaetón. Si hablamos de algunos ejemplos en la escultura, tenemos la Venus de Milo, cuyo autor se desconoce; o el David, de Miguel Ángel. Y en la pintura, podemos tomar El nacimiento de Venus, de Botticelli; o los frescos de la Capilla Sixtina, también de Miguel Ángel. ¿Hay alguna diferencia sustancial entre la desnudez en el arte y en un vídeo de reggaetón?
Dos posturas extremas
Pretender valorar ambas expresiones —arte y reggaetón— como si fueran equivalentes puede hacernos caer en dos errores contrarios. El primero sería considerar que toda expresión que exhiba el cuerpo humano es igualmente válida. Se partiría de la premisa —válida— de que el cuerpo es una parte esencial del ser humano. Pero esta premisa se exageraría, cayendo en el error de considerar que el ser humano valdría sólo por su cuerpo. A mejor cuerpo, mayor valor. Y si es un cuerpo vistoso, mostrar más siempre será mejor.
El segundo error sería considerar que el cuerpo debe ocultarse lo más posible en todas circunstancias. Se partiría de la premisa —válida— de que el ser humano no es sólo su cuerpo. Sin embargo, esta premisa también se exageraría, y se caería en el error de considerar que el cuerpo es algo secundario, y hasta incluso negativo. El cuerpo, que sólo inclinaría al ser humano hacia el mal, debería estar cubierto siempre. Las expresiones más auténticamente humanas serían las sólo “espirituales”, prescindiendo lo más posible del cuerpo.
Una mirada equilibrada
Una comprensión adecuada requiere que nos ubiquemos en un punto medio entre ambos extremos. Para esto es importante tener en cuenta dos cosas. En primer lugar, el cuerpo no es algo secundario, sino esencial en el ser humano. El cuerpo no es algo que se “tiene”, como una suerte de máscara o armadura, sino algo que se “es”. El cuerpo no es un obstáculo que se interpone entre la persona y el mundo, sino que es la persona misma en su visibilidad: “soy cuerpo”. De ahí que el cuerpo no sea algo negativo —como una “cárcel del alma”— sino algo muy bueno. El cuerpo enriquece el valor total de la persona.
En segundo lugar, es importante tener en cuenta que, si bien el ser humano es su cuerpo, no es sólo su cuerpo. En efecto, toda persona posee un valor incalculable, y ese valor radica no sólo en su cuerpo, sino, sobre todo, en la riqueza de su mundo interior. En este mundo interior hay sueños, deseos, miedos, alegrías, proyectos, recuerdos, planes, etc. Es un mundo que no se puede tocar, pero que es tan real como el del cuerpo. Es un mundo “espiritual”, al que el ser humano accede debido a que no es sólo un cuerpo, sino una unidad indisoluble de cuerpo y alma.
Arte Vs. reggaetón
En la persona, lo corporal no se opone a lo espiritual, sino que ambos ámbitos se complementan, aportando cada uno lo suyo para enriquecer el valor total de la persona. Y no sólo se complementan, sino que ese mundo invisible del ser humano se da a conocer precisamente gracias al cuerpo. Por eso, los gestos corporales están cargados de un sentido que va más allá de lo estrictamente físico. Un abrazo puede ser una expresión de alegría, de miedo, de cariño, o de dolor. El cuerpo, lejos de ocultar el valor total de la persona, es el medio a través del cual se manifiesta ese valor.
Es precisamente esto último lo que distingue el arte del reggaetón. En ambos casos, la desnudez parcial o total cumple funciones distintas. En el caso del arte, la desnudez del cuerpo está llamada a manifestar el valor total de la persona. Por eso, en el David o la Venus de Milo, uno puede contemplar la belleza del ser humano completo: cuerpo y mundo interior. ¿En qué estará pensando el David? ¿A quién estará mirando? Son preguntas relevantes, porque quien contempla al David ve a una persona, no un cuerpo. Un desnudo en el arte que no se ajuste a esto corre el riesgo de convertirse en pornografía.
A diferencia del arte, en el reggaetón, el ser humano es presentado sólo como un cuerpo. La persona únicamente representa un valor en atención a lo físico, lo cual la termina convirtiendo en un objeto. No interesa su mundo interior. Por eso, por más que los vídeos de este género no lleguen a la desnudez total, se encuentran más cerca de la pornografía que de la desnudez del arte. Las expresiones visuales del reggaetón y del arte, al final, se terminan ubicando en esquinas completamente opuestas.
Publicado en el blog Ama Fuerte