Si la pasada semana tratamos de la Iglesia, ¿quién es ésta sin su Madre? El Papa dedica unas cuantas páginas a mostrarnos el modelo a seguir: la Virgen. Y no sólo porque es Madre de Dios y Madre nuestra, sino porque dijo sí desde el principio. Supo fiarse de los planes de Dios aún sin saber lo que vendría, sin entenderlos del todo. ¿Cómo respondemos a Dios? ¿Somos capaces de decirLe sí pase lo que pase?
«Fue el sí de quien quiere comprometerse y el que quiere arriesgar, de quien quiere apostarlo todo, sin más seguridad que la certeza de saber que es portadora de una promesa.Y yo les pregunto a cada uno de ustedes. ¿Se sienten portadores de una promesa? ¿Qué promesa tengo en el corazón para llevar adelante?» (CV, 44).
María es capaz de iluminar nuestra juventud porque nos estimula a vivir como Ella, a responder a Dios como Ella. ¡Qué suerte tener una Madre así! Que la miremos mucho y siempre.
Ahora bien, quizá pensamos que ser como la Virgen es muy difícil, Ella nació sin mancha original. Sin embargo, la Iglesia nos propone ejemplos de vida, los santos. Y no solo santos religiosos sino santos de todo tipo. Esta vez, el Papa nos muestra el ejemplo de muchos jóvenes que vale la pena conocer.
«Muchos jóvenes santos han hecho brillar los rasgos de la edad juvenil en toda su belleza y en su época fueron verdaderos profetas de cambio; su ejemplo muestra de qué son capaces los jóvenes cuando se abren al encuentro con Cristo» (CV, 50).
El Papa nos muestra 12 ejemplos de santos jóvenes. Hagamos un breve recorrido por todos ellos.
San Sebastián, capitán de la guardia pretoriana muerto martirizado por predicar a Jesucristo a sabiendas de que estaba prohibido. San Francisco de Asís, ese joven rico que escuchó la llamada de Dios a renovar su Iglesia y lo dejó todo para ser el más pobre de entre los pobres. Santa Juana de Arco, joven campesina que se enfrentó a los invasores de Francia y murió quemada en la hoguera por su modo de vivir la fe.
El beato Andrés Phu Yen, joven vietnamita catequista que murió apresado por defender su fe. Santa Catalina Tekakwitha, la primera joven laica nativa de América del Norte canonizada por morir defendiendo su fe. Santo Domingo Savio, un niño italiano del oratorio de San Juan Bosco que supo vivir en plenitud todo lo que Don Bosco predicaba, entendió que la santidad consiste en estar siempre alegres.
Santa Teresa del Niño Jesús inició un nuevo camino espiritual basado en la confianza y el amor y a pesar de su corta edad, 24 años, es doctora de la Iglesia y patrona de las misiones. El beato Ceferino Namuncurá, joven argentino seminarista salesiano que murió deseoso de predicar a Jesucristo allá por donde fuera. El beato Isidoro Bakanja, laico del Congo que daba testimonio de su fe y por esta razón fue torturado.
El beato Pier Giorgio Frassati, joven italiano con una sed apostólica insaciable y capaz de transmitir la alegría del Evangelio a todos aquellos que se cruzaban en su camino. El también beato Marcelo Callo, apóstol infatigable perseguido y muerto por los nazis. La joven beata Chiara Badano, amante de Jesús y fallecida tras un duro cáncer que le permitió abrazar con todas sus fuerzas la Cruz amorosa de Cristo.
Estos son algunos de los ejemplos que ha propuesto el Papa, sin embargo, seguro que todos nosotros conocemos o hemos conocido jóvenes que son modelo, guía y luz para nuestros días; jóvenes capaz de iluminar con su amor, su caridad, su desprendimiento, su generosidad, su alegría, su sencillez todos los rincones de la Tierra. Pidamos la gracia de ser estos jóvenes, porque como dice el Papa: «Los jóvenes santos nos animan a volver a nuestro amor primero» (CV, 51).