Ya sabemos que en el mundo existen ofensas. Toda ofensa va en contra del amor, porque se crea una barrera entre el otro y yo. Pero también va en contra de la verdad. Porque la ofensa deforma la visión. La pasión ciega. El que ofende se fija, sobre todo, en los defectos de los demás, y acaba faltando a la verdad aunque haya cosas que sean ciertas. Pero eso es la peor de las mentiras.
La persona no se define por sus defectos. Hay que verla en su conjunto. Por eso, cuando pensamos mal de alguien, eso que pensamos es mentira porque no es toda la verdad de esa persona. Cuando ofendo a otro acabo faltando a la verdad porque necesito justificarme, sentirme bien, y para eso deformo la realidad de las cosas. Cuando acusamos a los demás estamos faltando al amor, pero también a la verdad, y esto a veces se olvida. Esto ocurre cuando se mira a los demás con prejuicios.