Nunca habían estado allí, pero un proyecto al que se sumó la Diócesis de Vitoria les ha permitido conocer la Tierra donde nació Jesús de Nazaret, pero no con una peregrinación al uso. Hablamos de la expedición de 14 personas que viajaron hasta Israel para participar en una experiencia de campo de trabajo en Belén de Judá. Las delegaciones de pastoral universitaria y pastoral con jóvenes asumieron esta iniciativa de voluntariado puesta en marcha por Servicios Sociales Cristianos que ofrece las más de 30 casas religiosas cristianas católicas afincadas en Tierra Santa para acoger a jóvenes dispuestos a dar una parte de su tiempo al servicio de la congregación que les acoge y el resto para peregrinar y conocer de cerca la vida de aquellas gentes. El grupo de Vitoria fue acogido en el Convento Hortus Conclusus.
El convento Hortus Conclusus es un santuario mariano dedicado a Nuestra Señora del Huerto que fue construido gracias al aporte económico de los católicos uruguayos y argentinos. El Hortus Conclusus (“Huerto Cerrado”, en latín) se levanta majestuoso en los mismos jardines en los cuales, según una piadosa tradición multisecular, el rey Salomón habría compuesto el Cantar de los Cantares.
Durante su estancia han conocido la dura realidad de las comunidades cristianas en Palestina, y también de la población árabe que se encuentra afectada por el muro de la vergüenza.
La jornada de estos jóvenes comenzaba trabajando, dando parte de su tiempo al servicio de las religiosas del convento Hortus Conclusus que les acogieron. Su labor, desbrozar una parte del terreno colindante a la casa para evitar los riesgos de incendios con las altas temperaturas. Azada y rastrillo en mano han despejado varios metros cuadrados de maleza en aquel rincón de Belén de Judá, donde la tradición, y las escrituras, señalan el lugar de nacimiento del Salvador.
Si la mañana era de trabajo, las tardes fueron para conocer de cerca, no solo los lugares típicos de peregrinación, sino la vida y el día a día de los habitantes de esas tierras en conflicto permanente.
Entre los recuerdos más especiales está la visita realizada a la casa de acogida de niños abandonados: “me impactó la situación de tantos niños que, según nos contaron las religiosas, están condenados de por vida a no tener una familia: si son musulmanes porque no pueden ser dados en adopción a cristianos, si son de padres desconocidos porque el Estado no lo permite tampoco. Los únicos dispuestos a aceptar hijos en adopción son los cristianos. Allí conocimos a una niña que hacía solo cinco días había sido dejada a la puerta de la institución. La mirada de aquellos niños nunca la olvidaré.” Señalaba una de las peregrinas tras su llegada a Vitoria.
Pablo, uno de los componentes del grupo y que asumió el papel de recoger las instantáneas del viaje, captó con la cámara y el móvil otras miradas, y otras más solo quedaron registradas en su memoria: “caminando por Jerusalem se me acercaron unos niños judíos, y el mayor, tras rodearme y mirarme de arriba abajo, me dijo en hebreo y en inglés con una mirada amenazante, “go, go now” que me fuese de allí. En muchos lugares nos encontramos miradas recelosas. El turismo es una fuente importante de ingresos, pero no todos aceptan la presencia de turistas o peregrinos.”
El grupo de jóvenes peregrinos también ha podido tocar con sus manos los lugares que recuerdan el paso terrenal del Hijo de Dios, los que la arqueología ha confirmado y datado en el comienzo de nuestra era y aquellos que el paso de los siglos, culturas y generaciones ha modelado y recreado a su antojo. El delegado de pastoral universitaria, Enrique Borda, ha presidido las celebraciones que han tenido en lugares emblemáticos como el Cenáculo, el Campo de los Pastores o la renovación del Bautismo en el Río Jordán.
Para Pablo, en lo religioso, el mayor impacto ha sido en el Muro de las Lamentaciones, la pared que queda en pie del viejo templo: “Estoy convencido que Dios escucha la oración sincera de cualquier persona, más allá de religiones y credos.” Con su correspondiente “kipá”, Pablo se acercó al muro para orar por la Paz, la convivencia entre religiones, y por sus seres queridos.
Cada mañana se sumaban al rezo de los Laudes con las religiosas que les acogieron, y durante el día, y la noche, les llegaban los sonidos de la mezquita que tenían a escasos metros de su residencia.
Aunque iban avisados, no por ello, vivieron con sorpresa la fuerte presencia militar israelí, los pasos que diariamente hacían por el muro de la zona palestina a la zona judía, y el regreso, los controles en el aeropuerto de Ben Gurion. Y en medio de toda esta tensión, tanto el delegado de Pastoral Universitaria, Enrique, como la delegada de pastoral con jóvenes, Yasel, que viajaron como responsables del grupo, destacan el buen ambiente que reinó entre los participantes, con las religiosas que le acogieron, la oportunidad de conocer otras realidades de Tierra Santa, y el deseo de regresar, no solo a peregrinar, sino a ayudar.
No fue este el único grupo de la diócesis que viajó a Tierra Santa. Con las mismas fechas y en el mismo vuelo, partió otro grupo encabezado por el Vicario General, Carlos García Llata y uno de los vicarios de ciudad, Unai Ibañez. Este grupo tuvo una propuesta más tradicional, que también satisfizo las aspiraciones de los peregrinos.
Conocer otras realidades de Tierra Santa, más allá de lo turístico y lo religioso, creo que es una experiencia que, espero y deseo, la Diócesis procure mantener para futuras generaciones. Establecer una oferta permanente cada verano con esta opción.
Y, en otro orden de cosas, sobre esa tierra que parece condenada a no conocer la paz, creo que esta llegará cuando los responsables de guiar la vida tanto del pueblo palestino, como del pueblo israelí, sean personas de paz, y que primen la convivencia a los intereses políticos y económicos.
Vicente Garcia