Oímos muchas veces aquello de “si es que no podemos tener todo ni estar siempre tranquilos”. Seguramente habrá personas a las que en cierto modo envidiemos (o quizás lo hayamos hecho en alguna ocasión; no quiere decir que siempre pero somos humanos y yo por lo menos siento envidia) porque les va muy bien, porque son guapos, porque tienen dinero, porque tienen la familia ideal, el trabajo que les gusta, porque son reconocidos, etc. Todo aquello que nosotros no tengamos y ni siquiera lo deseemos pero puede que de vez en cuando lo anhelamos. Aparentemente les va superbien, digo aparentemente porque cada uno en su casa sabe que la vida no es de color de rosa y que incluso donde parece que todo es ideal y no hay cruces, éstas son más grandes que las nuestras.
Hago esta reflexión porque hace unas semanas leía esto en El País: “El actor, que vuelve este verano con la nueva película de Tarantino, vive una paradoja esquizofrénica: a pesar de ser guapo, rico y famoso, no es feliz”. Seguramente sea Brat Pitt muy envidiado por muchos que piensan que es un hombre feliz, que todo le sale bien, que es el tipo ideal. Y es que nos fijamos tanto en las apariencias sin ahondar en el interior de las personas, que por eso se les envidia en cierto modo. Quizás –y hablo sin saber porque no tengo el gusto de conocerle- Brat Pitt es infeliz porque está solo, porque quien se arrima a él es por dinero o por algún interés, pero al final viven en un mundo tan frío y tan poco cercano que se encuentran solos. Sí ricos, pero pobres. La soledad es una de las grandes pobrezas del siglo XXI, y llega a todos.
El dinero no da la felicidad, aunque como dicen algunos “ayuda a conseguirla”. Cuántas personas en exclusión social, sin nada, sin saber cómo van a llegar a fin de mes o a lo mejor el día siguiente, y encuentras en ellas una alegría, una sencillez, una esperanza que los demás no tenemos. Y aquí no les envidiamos. Sí no tienen dinero – y es un problema porque lamentablemente se necesita para vivir dignamente- pero son familias unidas, donde comparten lo poco que tienen. Personas ricas en generosidad que te ofrecen lo poco que tienen. Esos son los más ricos aquellos que dan lo poco que tienen.
Todas las mañanas me encuentro con un venezolano que conocí cuando vino conmigo a dar un testimonio como persona sin hogar porque vivía en el albergue. Ahora vive en un pequeño apartamento con su familia. Cuando era época escolar subían a las ocho de la mañana todos juntos a acompañar su hija al colegio. Iban tan contentos, agarrados de la mano. Él en su país era profesor de universidad y aquí en España no tiene ni contrato de trabajo, “es ilegal, como me dice él pero es lo que ahora tengo”. En su país vivía cómodamente y aquí se han acostumbrado a vivir con lo que tienen. Pero son muy felices.
Hace unos días le preguntaba si se encontraba bien y si estaba contento. Me gusta mucho escucharles porque tenemos tanto que aprender de ellos, que solo cuando te lo cuentan puedes ponerte en cierto modo en su lugar. Se le iluminaban los ojos y me decía emocionado “claro que sí, Mónica, poco a poco iremos remontando porque estamos todos juntos. Ahora sí”. ¿No es rico? Rico en esperanza, en saber vivir con lo poco que tiene, en disfrutar de los juegos de una plaza o de un paseo por las calles de Toledo.
¿Quién está mejor Brat Pit? Que seguramente no pueda salir ni a la calle. ¿O este venezolano que disfruta de lo poco que tiene?
Pues yo lo tengo muy claro….¿Y tú? Y viendo sus vidas me quedo con la del venezolano que a pesar de que no se la cambiaría por nada después de todo el sufrimiento que ha pasado en su país, ha sabido adaptarse al momento y aceptarlo. Y así comenzar de nuevo.
Muchas gracias a todos.
@moniqueilles /Mónica Moreno