Son las dos y media de la tarde pasadas, y cuando el magazín deportivo “El Golazo de Gol” llega a su ecuador, se repiten unas imagenes de Neymar Júnior, en el punto de mira de la actualidad futbolística por su futuro, en una iglesia evangélica. Dejando a un lado el contenido meramente deportivo, el presentador se percata, añadiendo: “El brasileño lo está pasando mal, y se refugia en las oraciones. Ahí lo ven, concentrado…”. En internet veo que otros medios se hacen eco de la misma noticia, bautizándola con titulares de este estilo: “El Neymar más religioso intenta volver a sus orígenes”.
Son muchos los famosos que han sido protagonistas en los medios por exhibir los distintos carismas de fe en público, vinculando a veces de manera estrecha sus creencias con su profesión. Veo obviamente algo positivo el dar a conocer esta vida espiritual, más aún cuando es una que comparto y veo que gente a la que de algún modo sigo, lo hace como yo. A la vez, esto puede ser de un modo u otro, una manera de evangelizar, de salir afuera, como ha reclamado en muchas ocasiones el Papa Francisco.
Sin embargo, a pesar de ser el primero que no entiende el vivir la fe en comunidad, creo que ésta tiene también el lado espiritual, íntimo, privado. En el caso del hecho en cuestión, las imágenes muestran a Neymar rezando, en plena oración, lo que de algún modo sorprende a los medios para darle un valor de noticia. Ahí viene mi pregunta: ¿Es realmente necesario dar este cubrimiento mediático a una oración, a un recogimiento espiritual?
Óscar Llena