Dios quiere que seamos normales, no gente rara. Las personas que están cerca de Él son las más normales de este mundo. Y las que están alejadas del Señor, suelen ser las más agresivas, las más desagradables.
Se puede comprobar experimentalmente que los que no quieren a Dios terminan siendo unos egoístas, aunque trabajen en una ONG. Cuando nos alejamos de Dios dejamos de ser humanos. Sin presencia de Dios, criticamos, apuñalamos por la espalda a los que no están. Sin Dios nos volvemos inhumanos. Por eso hemos de escuchar a Dios.
Sin la voz de Dios nuestra vida está desorientada, pierde su rumbo.