Dios, como el Padre de la parábola, también podría decir a cada uno nosotros: «Tú estás siempre conmigo».
Somos hijos responsables, que trabajamos en la viña del Señor que a veces podemos sentir que nuestro Padre trata mejor a otros que viven «perdidamente», y a los que hemos trabajado durante años en las cosas de Dios nos da pocas satisfacciones humanas.
Si a obedecemos sin alegría, envidiando la suerte de los que están «alejados», es porque en realidad no comprendemos lo que supone ser hijos de Dios.
De alguna forma todos somos hijos pródigos e hijos mayores. Quizá la mayor parte de nuestra vida estamos junto a Dios, pero necesitados de una conversión del corazón, de un retorno a nuestro Padre.