Hace poco me mandaron una canción titulada “Jesús está vivo”, la letra de esta canción es preciosa, pero las imágenes que la acompañaban son simplemente ¡impresionantes! Durante los casi seis minutos que dura, vemos a Jesús acompañando a las personas en sus quehaceres diarios: trabajo, vida de familia, entretenimiento, estudio… también hay situaciones extremas en las que una chica se quiere suicidar o el momento en el que otra recibe la trágica noticia de la muerte repentina de un ser querido. Pero Jesús comparte con todos alegrías y penas y para todos tiene una mirada de cariño. Ante las dificultades, unas veces actúa Él directamente y otras prefiere inspirar a otro lo que debe hacer para apoyo del que sufre. Pero lo que más me llama la atención es que Jesús no solo está ni actúa en las dificultades, Él lo quiere compartir todo con nosotros incluso aquellos momentos en los que, aparentemente, no es necesario, como sería el caso en el que se ve una persona haciendo deporte o un padre columpiando a su hijo. Tanto me ha impactado este vídeo que a veces lo miro sin sonido pues me ensancha el corazón y me gusta pensar que en la vida real también es así o mejor.
Muchas veces hemos oído o incluso hemos predicado que Jesús está vivo y que está a nuestro lado y estoy convencido de que la mayoría creemos esta gran verdad, pero también estoy convencido de que, a veces, sentimos miedo al experimentar esa cercanía de Jesús que a veces se manifiesta por medio de la oración o por inspiraciones que no dudamos que vienen de Él, pero otras veces prefiere hacerlo a través de otras personas.
Últimamente he oído a varias personas predicar sobre la “gratuidad” y hace apenas tres meses, entendí lo que significaba: dar y darse sin pedir nada a cambio, es más ni siquiera se espera nada a cambio. Nos cuesta mucho, cada vez más, dejarnos amar. Decimos que amamos a Dios, y no lo dudo, decimos que sabemos que Dios nos ama, tampoco pongo en duda ese conocimiento “teórico”; pero a la hora de la verdad, a la hora de experimentar ese amor… ¡nos cuesta tanto dejarnos amar! El principal motivo creo que es el miedo, cuando te sientes tocado por Dios todo se descoloca, cuando experimentas el abrazo de Dios puedes sentir miedo, quizás de que se acabe o quizás de que, después de esta gracia, Dios nos pida algo a cambio. En el fondo, nosotros personas frágiles e inconstantes, tememos abandonarnos en manos de Dios por miedo a que nos falle. Y si desconfiamos de Dios, ¿cómo no vamos a desconfiar de las personas? Siempre pensamos, aunque sea inconscientemente, que todo en esta vida tiene un precio y que tarde o temprano habrá que pagarlo. Queremos vivir la gratuidad para con los demás, pero no estamos preparados a que los demás la practiquen con nosotros, simplemente porque tenemos miedo. En el fondo, todo aquello que no podamos controlar, sujetar o manipular, nos da miedo; y claro está el amor de Dios es incontrolable, inabarcable e inmutable.
Es aquí cuando las palabras de Jesús deben resonar más fuertes en nuestro corazón “¡no temas, soy Yo! Los abrazos de Jesús pueden venir de muchos modos. De repente el alma se llena de una gran paz, se siente amada, a pesar de sus miserias, siente un gozo indescriptible imposible de esconder a las miradas de las personas que nos rodean y no hay que temer porque es Jesús. Pero esos abrazos también pueden venir por medio de otras personas, de esas personas que, llenas del amor de Dios han entendido y viven de verdad la gratuidad. A veces serán abrazos físicos, otras veces un buen consejo, otras veces simplemente te acompañarán sin decir nada… entonces, no temas porque es Jesús. No temas recibir las muestras de cariño, alaba a Dios porque sólo Él obra estas maravillas en las almas.
En este mes de junio, mes dedicado al Corazón de Jesús, pidámosle que nos de la confianza que tiene un bebé para con sus padres. El niño pide alimento y no se plantea si algún día su madre le va a pedir nada a cambio. El niño pide a su padre que le coja en brazos y sabe que no le va a dejar caer. Nos falta confianza, mucha confianza para abandonarnos totalmente en las manos de Dios. Si abrimos nuestro corazón a Cristo, experimentaremos maravillas y entonces escucharemos a Jesús que, con una sonrisa nos dice ¡no temas, soy Yo!
Si hoy hemos hablado de cómo vivir la gratuidad para con nosotros, quizás otro día podemos hablar de cómo ser Jesús para los demás. Hasta la próxima si Dios quiere y reza por mí.
Antonio María Domenech