Tenemos la suerte de entrevistar a la hermana Rosario Benítez, religiosa de la congregación Madres de los Desamparados y San José de la Montaña.
Cuéntenos, hermana ¿Cómo descubrió su vocación?
Me gusta recordar y volver una y otra vez al origen de mi vocación, de la llamada que el Señor me hizo, y es curioso constatar cómo nunca se acaba de desentrañar el misterio que rodea el acontecimiento.
No fue un momento puntual ni una seguridad absoluta desde el principio sino que, en mi caso, fue el fruto de un proceso, iniciado por supuesto por Él que fue rodeando de acontecimientos mi vida o de deseos profundos para que terminara en esta opción de vida.
La decisión de este estilo de vida, no estuvo nunca en mis planes, aunque siempre y por encima de todo estuvo el cariño al Señor que me inculcaron mis padres. Yo soy la segunda de 4 hermanas. Acostumbrada a practicar la fe en la asistencia a la misa dominical, el sacramento de la confesión, etc. pero sobre todo el aprender de mis padres a leer los acontecimientos y las relaciones con los demás desde Dios, fue labrando, casi sin darme cuenta, el lugar preferencial que el Señor iba teniendo en mi vida.
Yo siempre había estudiado en un colegio público porque en aquél entonces no había concierto educativo y el sueldo de un administrativo no llegaba para pagar la enseñanza privada, pero la formación religiosa y la vivencia la tenía en mi casa.
El sueño de mi vida, además de estudiar una carrera, era casarme y tener muchos hijos. De hecho llegué a tener un novio con el cual hablaba de mi intención más profunda de educarlos en la fe, soñaba con compartir la vida con alguien que tuviese mis mismos ideales y que me llenase como persona; pero él no llegaba a satisfacerme plenamente en ese sentido. Discutíamos frecuentemente porque el llevar a cabo un noviazgo con unos valores cristianos supone unas consecuencias morales a las que él no estaba dispuesto. Después de muchas luchas e incertidumbre decidí dejarlo. Una de las religiosas de la Congregación a la cual pertenezco, Madres de los Desamparados y San José de la Montaña me invitó a una convivencia vocacional en el pueblo donde nació mi madre Fundadora M.Petra Pérez de San José, el Valle de Abdalajís (Málaga); recuerdo que el sacerdote nos decía que teníamos que preguntarle al Señor qué quería de nosotras: si casada, de una especial consagración…etc. pero yo lo tenía claro desde el principio: casarme con alguien de mis mismas creencias.
Cuando regresé a casa, sentí que las jóvenes que ese verano entraron en el noviciado habían sido elegidas de una forma especial y que a mí no se me había invitado a esa fiesta
¡Las veía tan felices! El Señor, en cambio me dio lo que tanto le pedí: un novio que me satisficiera más como persona; pero cuando regresaba de haber estado paseando o hablando con él, sentía una insatisfacción y un “ya tienes lo que me has pedido. ¿Y ahora qué?
Percibí y sentía la presencia del Señor por todos lados y circunstancias y concluí que en el fondo a quien yo buscaba era a Él.
Empecé a frecuentar el noviciado y el Señor, como dice el profeta Jeremías. “Me sedujiste Señor y me dejé seducir”, iba conociendo el Carisma de ser madre para los desamparados, algo que tocó lo más sensible de mi persona. Me encantaba eso de ser “madre” para los desamparados.
No fue fácil la decisión. Yo estaba muy unida a mi madre, máxime cuando hacía poco se había quedado viuda y tampoco estaba yo segura de si sería capaz de dejar tantas cosas: la renuncia a un marido exclusivo para mí, la posibilidad de tener unos hijos propios… pero el amor al Señor era tan fuerte, que la misma decisión de lanzarme al vacío sabiendo que él estaría ahí, me producía inexplicablemente una gran ilusión ante un reto tan desconcertante y a la vez maravilloso.
Me fui al noviciado un 15 de agosto de 1981, al que me acompañaron mi familia, todas mis amigas y las dos “ex suegras” que hubiese tenido.
¿Qué le ilusiona de vivir como monja a día de hoy?
Me ilusiona el saberme inmensamente amada por Dios en toda circunstancia y cada día. A pesar de mis defectos y limitaciones soy muy consciente de los dones que he recibido de Dios y entre ellos destaco la fe y el talante vitalista, alegre y lleno de entusiasmo con el que disfruto con todo lo que hago, con lo que vivo, con la naturaleza, que me apasiona, con los niños y jóvenes a quienes sirvo, con las cosas buenas y las personas buenas…también con las dificultades y sufrimientos que son oportunidades de un mayor acercamiento al Señor y momentos de gracia y maduración como persona y como creyente.
Todo me hace ilusión, con todo disfruto: levantarme cada día y ponerme en su Presencia, gozar de El en la oración y en el encuentro diario ante Jesús Eucaristía, en la recepción de los sacramentos, con un día de retiro espiritual, con una lectura que toca lo más íntimo de mí, en prepárame la formación para mis profesores o las clases y Proyectos para mis alumnos.
Saberme, en definitiva, en sus manos. El sostiene mi vida y la conduce
Hubo un regalo que Él me hizo desde que entré en el noviciado y que todavía perdura en mí y es la conciencia de sentirlo cercano siempre, sentirme en su Presencia y gozar de Él.
¿Cómo llamaría a otras chicas para que vivan la vida consagrada?
Yo estoy convencida de que Él es el autor de la llamada, que sigue llamando pero las circunstancias actuales, las características sociales, y las situaciones de indiferencia religiosa que se respira, no facilitan ese encuentro con el Señor.
Me llama mucho la atención una frase que dijo el Señor en el evangelio: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere” Jn 6, 44 , me hace ver cómo toda llamada a una vocación de especial consagración, viene siempre precedida de una gracia y de un regalo que no está en mis manos el darlo; pero qué duda cabe que tengo la responsabilidad de preparar ese terreno o de mostrar al mundo, a mi entorno más cercano como son mis alumnas y las personas con las que me relaciono, que este estilo de vida merece la pena , porque es una gran aventura que se vive cada día a la expectativa de dónde te va a sorprender el Señor. Además proporciona mucha alegría el darse a los demás a tiempo completo, entregar la propia vida por amor. A nivel Congregacional en el propio colegio en donde estoy actualmente trabajamos mucho la Pastoral y realizamos actividades: campos de trabajo en nuestros hogares de niños, camino de Santiago, convivencias, conciertos Testimonio… etc. en las que se muestra las distintas formas en las que se puede servir a la iglesia: Matrimonios, sacerdocio, vida consagrada…etc. pero en última estancia corresponde a cada persona, desde la libertad el dar esa respuesta al plan que el Señor tiene para cada uno.
¿Cuáles son sus preocupaciones actualmente?
Me preocupan muchas cosas, principalmente el sufrimiento del mundo. Cuando escucho las noticias de migrantes, injusticias, hambre, martirios y un sinfín de situaciones en las que uno querría poder solucionar pero nos desborda. Me preocupa la falta generalizada del interés por Jesús, el que muchas personas no vivan con un sentido trascendente, sus vidas; me preocupa la deshumanización en muchos ámbitos.
¿Cómo está su congregación?
Mi Congregación, al igual que muchas Congregaciones, estamos en lo que se ha llamado la “noche oscura del espíritu” o el “sábado santo”, porque nos encantaría que hubiesen muchas jóvenes que generosamente respondieran a este sueño de Dios de ser madres para los que carecen de ella. Pero vivimos esperanzadas porque la obra es de Dios. Esto nos hace tomar con más responsabilidad nuestra fidelidad a Cristo y tratar, desde nuestra debilidad, de dar respuesta con nuestra vida a las exigencias e insinuaciones que nos va manifestando el Espíritu.
No sabemos por dónde nos lleva el Espíritu pero creo que quizás sea el que vivamos desde la sencillez, la autenticidad, que profundicemos en los auténtico y genuino de nuestra consagración que es el apasionamiento por Cristo y por los demás, alimentado en una fuerte unión con El en la oración y en una entrega generosa a los demás.
¿Cómo ve que está influyendo la falta de recogimiento interior y la falta de silencio, para que surjan vocaciones dentro de la Iglesia?
Es indudable que para que podamos escuchar, ya en el plano humano, hace falta un requisito: callar para escuchar al otro. Dios habla siempre al corazón del hombre que se predispone para acoger esa palabra y que reaviva el deseo del encuentro con Él.
Hoy, las redes sociales, los medios de comunicación, el estrés de vida que llevamos…etc. son un arma de doble filo, porque es cierto que utilizados con sentido común y con libertad, son medios que favorecen enormemente el trabajo, la comunicación, el estar al día…pero que también nos está envolviendo en un mundo donde nos encontramos distraídos de nuestra propia realidad. Tenemos tantos alicientes en la sociedad que nos sentimos incómodos ante el silencio y vemos cómo tantas personas, aún en medio de la naturaleza, que podría despertar la sensibilidad y el espíritu a la contemplación y como medio de encontrase con Dios, necesitan estar conectados.
El ruido es también un elemento actual que no facilita esa paz y ese encuentro primeramente con uno mismo y posteriormente con Dios.
Muchas gracias por habernos concedido esta entrevista. Que Dios la bendiga.