Cuando era niña, en el Catecismo, nos hablaron sobre el Espíritu Santo como el amor de Dios representado en una luz que nos acompañaba e inspira siempre. Visualmente, lo figure como una “paloma blanca” y lo deje hasta ahí.
Entonces, cada vez que veía una parvada de palomas buscaba alguna blanca que me recordara lo que habíamos aprendido en el Catecismo.
Fue hasta que crecí que comprendí verdaderamente los frutos del Espíritu Santo en nuestra vida. Los dones espirituales son habilidades especiales que Dios nos regala a sus hijos para la edificación de su Iglesia y nuestra santificación. Por esto, debemos utilizarlos como una Bendición para nosotros mismos, para otros y para construir una Iglesia fuerte que honre a Dios.
En la Biblia se mencionan algunos dones del Espíritu Santo:
- Sabiduría: Es la capacidad, otorgada por Dios, para saber decir y hacer lo correcto de acuerdo a Su Voluntad. (Mt 10, 19 – 20)
- Consejo: nos ayuda a discernir qué tenemos que hacer en nuestros momentos de duda. Este Don nos ilumina para saber qué es lo que Dios quiere de nosotros. (Is 11, 3 – 4)
- Fortaleza: Nos ayuda a seguir los caminos de Dios, a pesar de nuestras debilidades humanas. (Ap 2, 10)
- Ciencia: es la capacidad de descubrir a Dios en todo lo creado; en la pequeñez y en la inmensidad. Además, nos ayuda a buscar la felicidad en la única fuente perpetua: Dios. (1 Co 2, 11)
- Piedad: nos ayuda a intensificar nuestra relación con Dios, a través del buen trato a los demás. (1 Co 12, 1 – 3)
- Temor de Dios: nos impulsa a temer ofender a nuestro Padre Creador, dejando de corresponder la forma en que Él nos ama. (Is 11, 2)
La celebración de Pentecostés nos recuerda que el Espíritu Santo es el poder de lucha contra la muerte y el mal; es la fuerza que nos impulsa a recorrer los caminos de santidad que muchas veces nos cuesta seguir, y nos da lo necesario para vivir de acuerdo a lo que Dios quiere para nosotros.
El plan de Dios para ti y cada uno de nosotros es, por mucho, más grande y trascendente de lo que podemos imaginar. La tradición teológica cristiana, ha resaltado, desde hace mucho, el importante papel de los siete dones del Espíritu Santo en la santificación del alma. La expresión de estos dones nos ayuda a crecer en virtud y pertenecer a una vida en plenitud con Cristo.
En el camino a la Santidad, la iniciativa y la actividad principal es divina: por inspiración del Espíritu Santo. La respuesta del cristiano, en docilidad, para dejarse conducir por dicha divina inspiración, es el determinante para la propia santificación. Es decir,
la santidad del alma crecerá en la medida en que sea mayor nuestra docilidad a la acción del Espíritu Santo.
Esto resulta en una maravilla, puesto que es Dios mismo quien ha enviado a Su Espíritu Santo para santificarnos. Así que tenemos lo necesario para alcanzar la santidad en la palma de nuestras manos. Sólo falta dar nuestro completo y determinado: sí.
Oremos juntos para que sea el Espíritu Santo quien ilumine nuestro camino, por medio de sus dones, y nos ayude a ser mejores cristianos, de la mano de Jesús y María. Oremos para que la aspiración de Santidad nazca y prevalezca en nuestros corazones, como el mayor anhelo de nuestras vidas.
Oro por ti,
Myriam Ponce Flores