Juan hoy continúa narrándome esta oración sacerdotal de Jesucristo, en la que el mismo Hijo de Dios mira al Cielo y me revela la clave de una vida entregada, plena y feliz: la oración verdadera y constante.
La oración de Jesús es permanente, profunda, pero diaria. Es una oración ontológica, intrínseca a su Persona y a su Misión. Es constante, y capaz de sacar adelante el Reino de Dios en medio del mundo, en medio de los hombres.
María, Madre de Amor, haz que escuche al Redentor desde el comienzo del día hasta el final, con mi corazón, mi alma, mi mente, y mi voluntad.