«Que aprendamos a decir ADIÓS, existencialmente, con toda la fuerza», es lo que pide Francisco para nosotros en el día de hoy. Teniendo en cuenta que hoy Jesús se despide de mí y se encomienda al Padre, puedo tomar su ejemplo para orar durante este día con Dios Padre desde el corazón, conectando alma con alma, de una forma pura, entera y despierta.
De manera absoluta me voy a encomendar hoy, especialmente, al Espíritu Santo, para que me llene de sus dones y venga a mí y a la Iglesia -particular y universal- cuanto antes.
Con este afán de verdadera esperanza, me atrevo, por último, a pedirle a Nuestra Madre su intercesión, para que revitalice mi corazón, y me lleve siempre tras los pasos de Cristo.