Señor, hoy, Tú me regalas la esperanza. La esperanza que necesito. Es lo primero de mi vida. Aquella virtud que te pido me aumentes, y que tanto necesito. La primera a la que acudo al comienzo del día. Dame fuerza y Gracia para amarte. Para marte en toda circunstancia. Me pase lo que me pase. Hoy me dices que he de estar triste, porque no te veo. Pero tienes razón: esa trizteza «se convierte en alegría» al escuchar su Palabra. Al acudir a una Eucaristía. Al soñar con atrevimiento junto a Nuestra Madre, María, cuando rezo un Rosario, o un «Oh, Señora Mía». Gracias, siempre gracias.