Nos encontramos a finales de mayo, el mes de María, que es también aquel en el que muchos niños hacen la Primera Comunión. Tienen el inmenso regalo de recibir a Jesús en su corazón por primera vez y es realmente emocionante ver con cuánta devoción, cariño, nerviosismo y expectación preparan este momento de sus vidas. Esto debería llevarnos a preguntarnos: ¿cómo me preparo yo para recibir a Jesús en la Eucaristía? ¿Pongo los cinco sentidos en la celebración de la Misa, o como ya es algo que me sé de memoria voy conectando o desconectando la antena según va avanzando?
Es necesario recordar que la Santa Misa es lo más grande que tenemos en este mundo. Puede sonar tópico, pero los tópicos existen precisamente para concienciarnos de aquello que permanece por encima del espacio y del tiempo, de aquellas verdades que realmente importan y necesitamos. Y muchas veces caemos en el peligro de acostumbrarnos al tesoro que se celebra ante nuestros ojos. Acudimos al sacramento de la Eucaristía como a un quehacer más de nuestra rutina, cuando debería constituir el centro absoluto de ella: Jesús está renovando su sacrificio en la Cruz delante de nosotros, y a veces estamos tan ciegos que permanecemos indiferentes a eso. Nos distraemos pensando en el plan que voy a hacer con mis amigos por la tarde, en el examen que tengo que estudiar, en lo que lleva puesto la persona de delante, y un largo etcétera.
Por eso tenemos que aprovechar este mes de María y el ejemplo de estos niños para pedir a nuestra Madre dos cosas. En primer lugar, que nos dé la gracia de ser humildes y sencillos como Ella, para redescubrir así la grandeza de la Misa y reconocer el pedacito de Cielo que Dios nos ha dejado en la tierra. Debemos rogarle que nos haga niños de nuevo, para que preparemos nuestro corazón para Jesús con la misma delicadeza y amor que esos que hacen la Primera Comunión. Jesús ya nos hizo un spoiler con Sus palabras de cuán necesario es eso para que Él pueda reinar en nosotros: «Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos.»(Mt 18, 3-4).
Y en segundo lugar tenemos que pedirle que nos ayude a ser fieles a Jesús y a visitarlo y acompañarlo en el Sagrario; Ella es el máximo ejemplo que tenemos de eso pues lo acompañó hasta el pie de la Cruz, a pesar de todo el sufrimiento que eso le supuso. ¡Gracias Jesús por quedarte en la Eucaristía y gracias María por ser nuestro modelo y atajo hacia Él!
María Ramos