Egoísmo, soberbia y altivez. Son quizá los tres calificativos más apropiados para quienes se atreven a criticar una acción como esta. Y con razón reciben una respuesta cuasi unánime por parte de la sociedad, desde los menos hasta los más afines a ellos en otros postulados.
No es la primera vez que el fundador y dueño del grupo Inditex, entrega, por medio de su fundación, una cuantiosa suma de dinero. Ante una donación de este tipo solo cabe una respuesta pública: alegría y agradecimiento. El resultado es objetivamente bueno, tal y como lo ponen de manifiesto desde los médicos más expertos en la materia, hasta los pacientes que sufren la enfermedad y que ven ahora como, si no ellos mismos, quienes la sufran a partir de ahora, se verán más aliviados y tendrán más esperanza.
Con ello, España avanza en la modernidad y eficiencia de sus equipos para el tratamiento de una enfermedad por desgracia muy común, y que a todos nos rodea en algún momento de nuestra vida. La donación, en sí, hay que festejarla. Esto difícilmente sea rebatible.
El error surge cuando se entra a valorar, como representante público, la moralidad de quien realiza la donación. Quizá esto sí que sea opinable. Habrá quien diga que no es tanto y podría ser más, dado el capital del que disfruta. Habrá quien afirme que sí que lo es, puesto que su capital no es tan líquido y 300 millones rascan el bolsillo de cualquiera. Habrá quien diga que lo hace por interés y quienes estarán seguros de que lo hace por caridad. Es normal que surjan estas charlas con amigos, en casa o en un bar. Lo que no es de recibo es que desde el altavoz que damos los ciudadanos a los representantes políticos, juzguen estos públicamente la moralidad de un individuo particular, y menos aún cuando se trata de alguien completamente alejado de la política y los medios.
No es esta oportunidad para, sea cual sea tu ideario, criticar el sistema tributario español, ni la falta de medios de la sanidad pública. Es momento para alegrarse, con los pacientes y los médicos, de que por medio de estas máquinas se podrán salvar muchas vidas.
Fuera de toda duda, la caridad de la que nos habla Jesús en el Evangelio, es la de quien da sin esperar nada a cambio, y la de la viuda pobre que da todo lo que tiene. ¿Puede enmarcarse esta donación en estos márgenes? Pues no somos quienes para juzgarlo, y menos para difamar públicamente a la persona que lo hace, sin conocer su motivación interior.
Pero claro, hoy en día no están muy de moda ni la vida, ni la caridad. Ojalá caminásemos hacia una sociedad donde, con una educación en los valores cristianos, no hiciese falta tributar por imposición legal, sino que libremente, cada ciudadano, pusiese sus bienes al servicio del prójimo. Básicamente, lo que hacían las primeras comunidades cristianas.