Hoy tenemos la suerte de poder entrevistar al Padre Héctor Pérez Gómez de la diócesis de Toledo. Héctor, muchísimas gracias por atender las preguntas de Jóvenes Católicos.
La primera pregunta es obligada ¿Cuál es tu historia personal y como descubriste la vocación?
Ante todo, muchísimas gracias a vosotros, por vuestro empeño, vuestro interés y vuestro celo apostólico.
De manera muy resumida, en mi historia personal y proceso vocacional varias cosas han sido fundamentales. En primer lugar, fue para mi muy importante el sacerdote de mi parroquia, cuando yo era pequeño, y con el cual fui monaguillo en mi pueblo; él me ayudó a vivir de manera natural las cosas de Dios en mi corta edad. Siendo ya adolescente, y después de un tiempo de dudas y alejamiento de la Iglesia; el conocer un grupo de jóvenes en una parroquia de Toledo, me permitió volver a casa y comenzar a madurar en la fe. Pocos años después, comenzando la universidad, el Señor me llevó hasta la asociación Guías y Scouts de Europa, donde me dio a conocer mi vocación (a través de mi entrega a los demás) y me permitió dar una respuesta generosa a sus planes.
Ha sido en concreto, a través de la Cruz, como he ido entendiendo que los pequeños sufrimientos de cada día me han ido acercando cada vez más a Dios. Puede parecer extraño, pero tengo claro, que sólo con Dios, he podido comprender el sentido del sufrimiento y he sabido vivirlo con paz y sacando provecho de él.
Una vez llegado al seminario, he podido comprobar, gracias a la luz de Dios, que mi historia personal, desde el momento que Dios me pensó, ha estado siempre guiada por Él; y guiada en concreto a dar como respuesta ese ¡Sí! a su voluntad.
Hace 8 años fui ordenado sacerdote, y desde entonces, sirvo a la Iglesia en la archidiócesis de Toledo, aprendiendo a ser sacerdote, a entregar la vida, y sobre todo deseando la santidad.
Durante años has sido Director del Secretariado de Ocio y Tiempo Libre en la diócesis de Toledo. En la Exhortación apostólica sobre los jóvenes el Papa habla mucho de la oportunidad de anunciar a Jesús en el tiempo libre, ¿Cuál es tu experiencia?
Poco después de ser ordenado, llegó hasta mis manos este precioso proyecto que es el secretariado de ocio, tiempo libre y campamentos. Una realidad nueva, y sobre la cual no hay muchas referencias en otras diócesis de España. Comenzó así una gran aventura que, como mi sacerdocio, tiene 8 años de edad.
Tímidamente y con muchas ideas hemos ido construyendo este proyecto, que providencialmente ha sido avalado y bendecido por las palabras del Papa a lo largo de su pontificado. Nuestro objetivo es ofrecer espacios donde las personas aprendan a vivir el ocio y el tiempo libre como lugar de encuentro con Dios de una manera sencilla y muy natural. No queremos perder el tiempo, y siempre ofrecemos ese espacio de encuentro; pero siempre procuramos buscar entrar en nuestra cultura actual, para recuperar lo válido, bueno, bello y positivo para llevarlo a nuestro campo, la evangelización.
Y resulta que la respuesta está siendo muy buena; ofrecer una alternativa al mundo es muy difícil, pero los jóvenes están deseosos de encontrarse la verdad y buscar un ocio y una diversión sanas.
Durante ese tiempo has podido vivir y acompañar a muchos jóvenes, ¿Cuáles son sus desafíos y cómo se pueden superar hoy sus retos?
Después de estos años de sacerdote, y haciendo memoria de mi propia experiencia; entiendo que el principal reto y desafío de todo joven, de toda persona, es la felicidad. El problema es: cómo encontrarla, y dónde buscarla.
El deseo de plenitud, el deseo de santidad, es mucho más vivo en los jóvenes, pero multitud de veces, está desfigurado por tantas felicidades particulares, que lo único que hacen es provocar insatisfacción y frustración en el corazón del joven. El principal desafío es, creo, no dejar de alimentar ese deseo de búsqueda, aún cuando en numerosas ocasiones podamos equivocarnos y caernos; pues la búsqueda nos hace madurar y nos acerca cada vez más a la verdad, a la felicidad plena, a la santidad verdadera.
Y el principal reto a superar, para mí sería, el provocar en el joven que cada una de las dimensiones de su vida (estudios, trabajo, vida interior, relaciones personales…) estuviese marcada por el criterio de verdad y felicidad; es decir, podar dar al joven criterios para que él mismo sea capaz de discernir que su vida es un todo y que en ese todo, Dios busca que se divierta, que esté alegre, que sea sacrificado, que sea generoso… y por supuesto, que aprenda a vivir la Cruz desde la paciencia, el ofrecimiento y aprovechamiento de Dios.
¿Piensas que realmente la Iglesia está muy lejos de los jóvenes?
No, si Cristo nunca se ha alejado de los jóvenes, y Cristo está presente en la Iglesia, está claro, que la Iglesia como Cristo, no es lejos de los jóvenes. Es probable que en ocasiones hayamos perdido oportunidades con los jóvenes; es probable que a veces nuestra respuesta no se haya acomodado al entender de los jóvenes… pero creo que ni ahora ni nunca la Iglesia ha estado lejos de los jóvenes.
Nos toca buscar nuevas formas para explicarles, para hacerles entender el amor de Dios. Nos toca ser creativos, pero siempre desde una experiencia acumulada y con la verdad por delante.
En tus años de ejercicio del Ministerio sacerdotal te habrán sucedido tantos sucesos que han marcado tu vida sacerdotal, ¿Podrías contarnos alguno?
Como sacerdote, clarísimamente, lo que marca tu vida y tu ministerio es principalmente la celebración de los sacramentos. Tanto la celebración de la Santa Misa, como el perdón de los pecados son dos momentos diarios, que te hacen darte cuenta de tu pequeñez, de tu imposibilidad; y a la par de la grandeza, la bondad y la misericordia de Dios.
Luego el día al día, tiene sus momentos de dificultad, pero también de gozo. Especialmente los veranos, desde mi ordenación, han sido un regalo de Dios, entre campamentos y Caminos de Santiago; me siento muy afortunado por haber vivido esas experiencias.
Por último la breve experiencia misionera en Cuba durante tres veranos, ha marcado la manera de vivir mi sacerdocio y sobre todo la universalidad de la fe católica y el amor de Dios.