Hoy tenemos la suerte de entrevistar a José Juan Hernández, Canónigo del Santuario de Covadonga.
José Juan, lo primero, es lo que pedimos a todos ¿Cuéntanos tu historia? ¿Cómo descubriste tu vocación?
Nací en Santa Cruz de Tenerife en el seno de una familia muy humilde, mi padre trabajaba en una empresa de productos congelados y mi madre en el servicio domestico. Soy el segundo de cuatro hermanos. Desde la preparación para la Primera Comunión era monaguillo en mi parroquia de barrio. El párroco había sido formador del Seminario diocesano y llevaba en la venas la inquietud vocacional, junto con otros compañeros habíamos ido a conocer el seminario en varias ocasiones. Un día al pasar ante su confesionario me dijo: » a ti no te gustaría ir al seminario y ser cura?. Yo le contesté: «si mi madre me deja». Al día siguiente al volver de clase estaba en el salón de mi casa mi párroco charlando con mi madre. Así comenzó mi historia de vocación, con muchas mediaciones que el Señor fue utilizando. Ha habido altos y bajos, muchas luchas pero si puedo decir que también un enamoramiento cada día más grande del Señor y de la aventura apasionante de ser sacerdote. Dios cada día me sorprende y cada día me siento más libre. Siento que el Señor me ha dado plenitud, con mis miserias y grietas El ha ido tejiendo la urdimbre de mi vida. Siento el gozo de saber que es El quien va creciendo y quedando. No me ha quitado nada, no me ha mutilado, antes al contrario me lo ha dado todo y soy plenamente feliz de ser sacerdote. Es El quien me ha elegido y me ha ido capacitando para sacar adelante esta encomienda tan preciosa.
Has pasado por distintos destinos pastorales ¿Cuál de ellos te ha llenado más como sacerdote?
Es curioso, mi primer destino pastoral fueron cuatro parroquias rurales y el Santuario de la Virgen del Castro. Desde el primer momento supe que más que cuidar del Santuario de la Virgen era Ella quien cuidaba de mi y guiaba mi ministerio y entrega. Después de veinte años de sacerdocio el Señor y su Santa Madre me han traído a Covadonga, a su Santuario, soy muy feliz y afortunado de estar aquí. Sin embargo lo que más me gusta pastoralmente y más me ha llenado es la pastoral parroquial, los grupos, las familias, los niños, los jóvenes …soy feliz entre la gente, ayudando, sirviendo, dándome …. y acogiendo también el don de tantas personas que se entregan y trabajan en la pastoral parroquial, eso es muy hermoso. La parroquia familia de familias, hogar de la comunidad, tienda de la presencia de Dios, lugar del compartir, de evangelización … todo eso y mucho más me llena mucho como sacerdote. Evidentemente todo esto sin detrimento de la labor tan hermosa que puedo realizar ahora en este Santuario de Covadonga.
¿Qué supone para ti ser Canónigo de Covadonga? Y ¿Crees que sigue viva la devoción de la Virgen entre los jóvenes?
Para mi ser Canónigo de Covadonga supone una gratitud inmensa al Señor por este servicio que puedo realizar en la Casa de la Madre. Supone también un reto de trabajo, entrega, dedicación, servicio. Supone también participar en la siembra de evangelización que desde aquí hacemos con todas las personas que recibimos, Dios sigue pasando y haciendo maravillas cada día en muchas personas que se acercan a este lugar y son tocados por el Señor, en la admiración de una naturaleza maravillosa, o en un mirarse en los ojos de la Santina, o en el sentirse interpelados al ver a un sacerdote sentado en el confesionario. Por eso hemos de tener los ojos siempre abiertos y estar siempre receptivos. Supone también engancharme a una historia de amor y servicio de tantos sacerdotes que aquí han servido al Santuario, cómo no recordar al canónigo Pedro Póveda, San Pedro P. que aquí fundó la Institución Teresiana, y tantos sacerdotes que aquí entregaron su vida. Podría estar hablando largamente de este capítulo.
En cuanto a si sigue viva la devoción a la Virgen entre los jóvenes tengo que decir que hay de todo, no podemos negar el influjo del laicismo y la increencia en nuestro mundo. Aun así yo constato cada día aquí en Covadonga que hay muchos jóvenes que se acercan a ver a la Virgen, a rezarle, a prender una vela, a confesarse, a participar de la Eucaristía. Muchas veces les miro de reojo para no molestar ese momento de intimidad suyo con la Señora y les veo emocionarse hasta las lágrimas. Muchos padres y madres jóvenes que se acercan con sus niños ante la Imagen de la Virgen lo hacen con verdadera fe, les enseñan a rezar y a querer a Nuestra Señora. Yo no sé que se dicen pero lo cierto es que hay un diálogo de amor entre la Virgen y el que reza, Ella es Madre y no defrauda. Por el Santuario pasan a lo largo del año muchísimos grupos, colegios comunidades de gente joven. Hace muy poco vinieron cientos de jóvenes en la Marcha que todos los años organiza la Delegación de Pastoral Juvenil de la Diócesis. y este verano infinidad de jóvenes pasaran por aquí en campamentos y convivencias. Por otro lado son muchos los jóvenes que de todos los rincones de España se apuntan al voluntariado de jóvenes en el Santuario durante el verano, ellos nos ayudan al orden y el debido respeto en los lugares de culto, son el rostro amable de la acogida en cada rincón del Santuario.
En el último documento del Papa a los jóvenes el Papa lo ha querido firmar en la casa de María, en Loreto ¿Piensas que María puede ser el atajo para que muchos jóvenes recuperen el encuentro con Jesús?
María es siempre puente y camino que nos lleva al verdadero encuentro con Cristo. Ella siempre nos lleva a El, y nos sigue diciendo «haced lo que El os diga». Dice el refrán popular que «no hay atajo sin trabajo», pienso que en ese sentido María no es propiamente atajo, como si nos ofreciera una gatera para colarnos, o nos ofreciera un evangelio disminuido y fácil. No, no es esa María. No nos engañemos, seguimos a un crucificado-resucitado, pero crucificado, no hay luz sin cruz. Ha sido El quien nos dice: «el que quiera seguirme que tome su cruz cada día y me siga». María está ahí, es Madre experta en el dolor, Ella nos fue dada como Madre al pie de la Cruz y en ese sentido no es atajo, es camino verdadero y cierto que nos lleva a Dios, su Corazón Inmaculado nos conduce al encuentro con El. Es cierto que muchos jóvenes llegan primero a María y de su mano y a través suyo hacen el verdadero encuentro con Cristo, bendito sea Dios.
Somos muchos los que hemos visitado Covadonga y hemos visto el poder de la Señora ¿Podrías contarnos algún suceso que hayas vivido de la intercesión de la Virgen en Covadonga?
Tengo un capitulo enorme de anecdotario de Covadonga, es inmenso. Quisiera ante todo decir dos cosas, una que es enorme e incesante la cantidad de personas que todos los días y a todas horas nos piden oraciones e intercesión ante Nuestra Señora. Y dos, que todo el que viene a Covadonga nunca regresa a casa como llegó aquí, siempre hay una transformación interior, a veces de la forma más insospechada. Dios tiene sus planes y es experto en colarse en las rendijas de nuestros corazones, siempre con respeto, con mucho amor, con libertad, pero lo hace, sólo hay que abrirse y dejar a la Luz del cielo entrar en nosotros y El hace maravillas. Y eso lo constatamos cada día, sobre todo en mi caso a través del sacramento de la confesión o penitencia. Cuantas personas al acercarse al confesionario me dicen: «no traía intención de confesarme, pero ha sido verle aquí y quiero arrepentirme de …» Y ves como esa persona que llega llena de nudos y líos y hasta llora y manifiesta su pesar y al marchar le ves liberado y con una sonrisa inmensa al experimentar el amor y la misericordia de Dios en su vida y esa paz que sólo Dios puede dar. Ese es el mayor y más constante milagro de Covadonga y en Covadonga. Podría hablar de personas que hace 20, 30 años que no se han confesado y aquí se acercan. Y cuántas personas en el ámbito de la confesión o fuera de el te cuentan que la intercesión de la Virgen les ha librado o ayudado en una enfermedad o en la solución de un enfado familiar, o un matrimonio joven que venía hace unos días a dar gracias a la Virgen a la que habían pedido que les ayudase a tener familia y después de mucho batallar aquí estaba el fruto de sus entrañas y venían a presentarlo.
Hace poco al terminar la Misa en la Santa Cueva se me acercó una señora con lágrimas en los ojos, venia desde Panamá a dar gracias a la Virgen a la que no conocía en su imagen hasta llegar aquí, pero en Panamá alguien le había regalado una estampa y ella le pidió a la Virgen por la sanación de su hija de una grave enfermedad de la sangre, venía con esta hija que acababa de ser madre de un niño que traía en brazos. Me contaron sus cosas y me pedían la bendición. Así de sencillo pero así también de grandioso es el plan de Dios.
Muchas gracias José Juan y, de verdad, que esperamos que Jóvenes Católicos pronto pueda ir a ver a la Santina.