Llegamos «al final del camino» a la última petición del Padrenuestro, ¡qué grande todo lo que hemos pedido! ¡Menuda catequesis nos da el Señor, ahora ya no tenemos excusa! En el Padrenuestro lo decimos todo: Él, Él, Él y solo Él, ¡qué privilegio vivir conscientes de esta filiación divina! Yo, ¡HIJA DE DIOS!
Ahora bien, el Señor con el Padrenuestro nos enseña a rezar, nos enseña a pedir. A veces tengo la sensación de que pido mal, de que no sé rezar… y después pienso… el mismo Jesús me enseña, ¡el mismo Dios! Que le digamos: «Enseñame Jesús a pedir lo que más te agrada, lo que más te consuela, lo que más necesitas», «Dame, Señor, lo que pides y pídeme lo que quieras».
Y es que la última petición del Padrenuestro es tajante: «Líbranos del mal». Pero, ¿a qué se refiere? Con «el mal» no se refiere a una fuerza espiritual o energía negativa, sino del mal en persona que la Sagrada Escritura conoce bajo el nombre de tentador, padre de la mentira, Satanás o diablo, el ángel que se opone a Dios. Estamos reconociendo que el demonio existe, que es real, que nos tienta, que quiere nuestra perdición y, ante todo, hacer daño a Dios.
PidámosLe al Señor más conciencia de la existencia real del demonio y la gracia inmensa de saberle reconocer… y no hacerle frente solos, sino pedir ayuda, ampararnos bajo la Virgen, saber hacerle frente… ¡qué importante es saber luchar contra el demonio! Decía san Pablo «No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence el mal a fuerza de bien» (Rm 12,21). No tengamos miedo, sabemos en de Quién nos hemos fiado y sabemos Quién ha ganado.
¿Qué dice el Catecismo?
«2803. Después de habernos puesto en presencia de Dios nuestro Padre para adorarle, amarle y bendecirle, el Espíritu filial hace surgir de nuestros corazones siete peticiones, siete bendiciones. Las tres primeras, más teologales, nos atraen hacia la Gloria del Padre; las cuatro últimas, como caminos hacia Él, ofrecen nuestra miseria a su gracia. “Abismo que llama al abismo” (Sal 42, 8).
La última petición a nuestro Padre está también contenida en la oración de Jesús: “No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno” (Jn 17, 15).
Al pedir ser liberados del Maligno, oramos igualmente para ser liberados de todos los males, presentes, pasados y futuros de los que él es autor o instigador. En esta última petición, la Iglesia presenta al Padre todas las desdichas del mundo. Con la liberación de todos los males que abruman a la humanidad, implora el don precioso de la paz y la gracia de la espera perseverante en el retorno de Cristo.
Quien confía en Dios, no tema al demonio. “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Rm 8, 31). ¡HEMOS GANADO! Eso sí, hay que pedir. Hay que disponerse, la única piedra que Dios no puede mover es tu voluntad. ¡No seamos tontos y pidamos!
Gracias, Señor, por enseñarnos a pedir, por recordarnos lo único y verdaderamente importante. Con el Padrenuestro entramos en Tu Corazón, en la relación entre el Padre y Tú, ¿hay algo mejor?
Ahora, ¡VÍVELO!