Al Señor le persiguieron al final de su vida. Y Él mismo nos adelantó nuestro destino. «Quien quiera ir tras de mí, que cargue con su cruz y me siga». Hoy, la Palabra nos muestra las malas intenciones de aquellos que, queriendo o sin querer, son obstáculo para que la misión de Jesús se lleve a cabo.
Los guardias del templo hablan con verdad: «Jamás ha hablado nadie como ese hombre».
Señor, que sepa reconocerte en el rostro de tantas mujeres y tantos hombres que me rodean a diario. Que te quiera a cada instante por encima de todo, luego a los demás, y luego a mí.