El Señor hoy nos regala un segundo signo, aunque para muchos no signifique nada. Dice el refrán que «no hay peor ciego que aquel que no quiere ver». Así es. Que yo no sea uno de ellos. Jesús, hoy, cura por la fe de un funcionario, a su hijo, en otra ciudad.
¿No es suficiente cada milagro que ha hecho? ¿No es suficiente morir y resucitar, con 500 testigos? ¿No es suficiente su presencia hoy, y la forma en que se manifiesta más o menos sutilmente?
Señor, que yo no necesite prodigios para amarte y ser fiel.