Qué hermosa es la parábola del Hijo Pródigo. La llamamos también parábola del Padre Bueno, porque nos muestra la infinita misericordia de Dios Padre, quien nos espera cada día con los brazos abiertos.
Señor, te necesito, lo eres todo para mí. Enséñame a amar a mis seres queridos con el amor que tú me has regalado. Enséñame a pedir perdón y a disculpar todas las faltas.
«Era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque tu hermano estaba muerto y ha resucitado».