Señor, te pido perdón por haberme saltado tantas veces en mi propia vida este, que es el mandamiento más importante de todos. Desde hoy, te prometo que voy a esforzarme para cumplirlo: amarte a Ti, en tus tres personas, con todo mi corazón, con toda mi alma, con toda mi mente y con todo mi ser; y amar a mis próximos, a los demás, así como a mí mismo.
Te quiero, Señor. Dame la gracia para demostrártelo y para demostrarles a mis hermanos un amor de obras hacia ellos. Para que todas las personas que me rodean sepan que estoy a su servicio. Que pueden contar conmigo.
Ojalá también a mí, Señor, me digas: «No estás lejos del Reino de Dios».