Leí en un portal de Internet que el número de seminaristas en España había disminuido y que cada año era menor. Sigue la noticia diciendo datos e informando de como cada vez hay menos seminaristas comparado con el año pasado. Actualmente hay 1203 aspirantes al sacerdocio, 60 menos que el curso anterior (1263). Este curso 2018-2019 han ingresado 236 nuevos seminaristas, y el número de abandonos respecto al año pasado ha disminuido de 152 a 123 este año.
No se pueden obviar los datos, por supuesto, y no es esperanzador. Si añadimos la noticia que salió hace algunos días de la disminución de la práctica religiosa entre los jóvenes, puede parecer incluso preocupante.
Ante esta situación nos pueden venir dos reacciones, una animada por el demonio, y la otra inspirada por Dios. La animada por el diablo, es la aparentemente fácil e inmediata y que a priori parece la mejor, táctica ampliamente utilizada por Satanás: la desesperación. Dejarse llevar. “Para qué practicar, para qué rezar…” total… la religión no sirve para nada. Solo hay 1203 “pringados” en el seminario, y algunos “pringados” más” que van a misa los domingos. Eso de la religión es cosa de viejos y de cuatro gatos que aun van a la iglesia.
La otra es la que nos inspira Dios y nos da fuerza para ello. Es, para el mundo, la menos fácil, la más “aburrida”; pero es la más eficaz, y la que da resultados, aunque nosotros no siempre los veremos: Rezar por estos seminaristas. Rezar mucho por ellos. Que necesitados están de nuestras oraciones. Tanto por los seminaristas como por los sacerdotes. No hay ningún seminarista que haya conocido que no me hay pedido oraciones. Hace unas semanas sin ir más lejos, en Fátima conocí a unos seminaristas de Galicia. En uno de los misterios del rosario, una chica ofreció el misterio por los seminaristas, sacerdotes, monjas y personas consagradas a Dios. Y a uno de ellos, le escuche decir en voz baja: “¡Qué amable, qué maja! Muchas gracias por ofrecerlo, las necesitamos”.
Recemos no solo para que el Señor envíe más siervos a su mies, sino para que los que ya hay Dios los confirme en su vocación y un día lleguen a ser santos sacerdotes y sepan entregar generosamente su vida al servicio de la Iglesia y sean imagen de Cristo, al igual que lo hizo Jesús en su paso por la Tierra
Pablo Navarro Florit