Todos los católicos profesamos en el Credo que la Iglesia es Una. De hecho es lo primero que decimos de ella. Sin embargo, sabemos que a lo largo de la historia esta unidad ha parecido romperse… Hoy podemos hablar de la iglesia ortodoxa, la protestante, la anglicana… Asimismo, en el seno de la Iglesia siguen habiendo episodios de desunión, desavenencias, encontronazos entre católicos, críticas… Viendo este panorama, ¿podemos seguir afirmando esa unidad? ¿No es algo ilusorio pensar que sólo existe una iglesia?
De ninguna manera, porque la Iglesia es signo e instrumento de íntima unión con Dios y de unidad de todo el género humano. Todos los hombres estamos llamados a formar parte de la Iglesia, para que en Cristo constituyamos una sola familia y un solo pueblo de Dios. Esta unidad, por ello, solo se puede dar en una única Iglesia.
Como vemos, Dios no quiere salvar sólo a unos pocos. Su llamada se dirige a todo el mundo. Por ello Cristo funda la Iglesia, se la confía a Pedro y a los apóstoles, y la envía a evangelizar por todas partes. Los obispos en comunión con el sucesor de Pedro constituyen hoy la única Iglesia de Cristo, que sigue subsistiendo. El Espíritu Santo, presente en la Iglesia, es el principio de unidad, el que realiza la admirable comunión de los fieles.
Con todo, los católicos tenemos que ser conscientes de que esta unidad se ha visto herida a lo largo de la historia. Por ello debemos rezar y trabajar para conseguirla. Sabemos que el mayor signo de unión es la caridad, que nos amemos mucho unos a otros.
Jesús, en el huerto de los olivos, rezó para que todos fuésemos uno. Por ello, el deseo de reencontrar la unidad es un don de Cristo y una llamada del Espíritu Santo a la que debemos responder.