Venga a nosotros tu Reino. Esta es la cuarta frase que pronunciamos al entonar el Padre nuestro, la oración que Cristo enseñó a sus discípulos cuando le pidieron que les enseñara a rezar. Por tanto, queda más que evidente lo importante que es para Dios que le imploremos la Venida de Su Reino.
Sin embargo, hay muchos a los que el concepto de lo que es el Reino de Cristo actualmente les sigue pareciendo algo demasiado abstracto y difuso. Pues bien, el Reino de Cristo es, hablando muy resumidamente, Cristo mismo. Cuando Jesús vino al mundo, instauró Su Reino en la Tierra. Este Reino se ha ido desarrollando, perdurando así hasta la actualidad. La manera de preservar el Reino de Cristo es permitir que Él reine en nuestros corazones, que Jesús sea el Rey de nuestras vidas. Este Reino se sostiene sobre el pilar fundamental del amor, con lo que se consigue, la construcción de todo lo contrario al reino del pecado. En aquellos hombres en cuyos corazones se asienta la paz es donde se prolonga el reinado de Cristo. Este es un reinado que, no obstante, no ha llegado aún a su culmen. Será con la segunda venida de Jesús cuando el Reino de Dios se instaure en toda su plenitud, y penetre en todas las almas. Tal y como está escrito en Mt 13,44, el Reino de los cielos es como un tesoro escondido. Es una especie de está aquí, pero no del todo; ya está, pero todavía no.
Como dato curioso, es interesante constatar la repercusión que tiene la cuestión de la instauración del Reino en la tradición judeocristiana, ya que es, precisamente, uno de los grandes puntos de inflexión entre ambas religiones. Mientras que los cristianos creemos que cuando el Mesías vino al mundo instauró su Reino y que este seguirá difundiéndose hasta que llegue a su plenitud el día del Juicio Final, los judíos no admiten que Jesús instaurara su Reino en la primera venida, sino que lo haría en la Segunda.
Dicho esto, es importante que nos acordemos de implorar a Dios que pensemos, actuemos, amemos y hablemos como Cristo para garantizar la prolongación de Su Reino. ¡ADVENIAT REGNUM TUUM!
María Ramos