Hoy el Señor me llama a la universalidad en la vivencia y difusión de su Buena Nueva. He de admitir como hermano al diferente y amar a mi enemigo, tanto más, si sigue a Jesús, como el hombre al que hoy Juan se refiere.
Ojalá sea humilde, como Nuestra Madre, María, para ver a los demás con la grandeza con la que los mira Jesús. Con un corazón limpio y mirada de hermano, de padre.